Cuando el presidente Donald Trump anunció el 3 de abril de 2025 como el «Día de la Liberación», prometiendo un «siglo dorado» de paridad comercial, el mundo reaccionó con una mezcla de furia y escepticismo. Los críticos, desde Wall Street hasta Bruselas, advierten sobre una inminente guerra comercial y un colapso económico.
Sin embargo, tras un análisis más profundo, emerge una verdad incómoda: las tarifas de Trump no son un acto de improvisación, sino un gambito calculado para corregir décadas de asimetría comercial, reindustrializar Estados Unidos y reconfigurar el orden global del comercio. Y lo más sorprendente: podrían funcionar.
La lógica de la reciprocidad
Victor Davis Hanson, en un reciente comentario para The Daily Signal, plantea una pregunta sencilla pero devastadora: si las tarifas son tan destructivas, ¿por qué países como China, India, Vietnam y la Unión Europea han prosperado bajo ellas durante décadas? China impone barreras prohibitivas a las importaciones estadounidenses, mientras India y México han construido economías robustas detrás de muros arancelarios. Alemania, antes de sus problemas energéticos, tampoco era una ruina a pesar de sus tarifas.
Entonces, ¿por qué la ira global se dirige a Trump por reaccionar a estas políticas en lugar de a quienes las iniciaron?
La respuesta está en la naturaleza recíproca de las tarifas de Trump. No son punitivas ni preemptivas, como lo fue la infame Ley Smoot-Hawley de 1930, promulgada tras el colapso del
mercado y con un EE.UU. en superávit comercial.
Estas tarifas son un espejo: lo que un país impone a EE.UU., EE.UU. lo devuelve. Si Canadá, con su superávit de $63 mil millones y aranceles del 250% en algunos productos estadounidenses, elimina sus barreras, las de EE.UU. desaparecen. Es una política de «tú decides», no de imposición. Durante 50 años, desde que EE.UU. registró su último superávit
comercial en 1975, ha tolerado esa asimetría. Trump simplemente dijo: basta.
Un plan más grande: Reindustrialización y sostenibilidad fiscal
Pero las tarifas son más que una reacción; son el eje de una estrategia ambiciosa, como detalla Tanvi Ratna en Fox News. Con USD 9,2 billones en deuda por refinanciar en 2025, EE.UU. enfrenta una pared fiscal sin precedentes. Las tarifas las tarifas subirán los precios a corto plazo («front-loading the pain») pero también al generar incertidumbre económica, han empujado a los inversores hacia los bonos del Tesoro, reduciendo los rendimientos del 4.2% al 3.9% desde el 2 de abril. Esto ahorra USD 30 mil millones anuales en intereses, según el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Además, se estima que generarán USD 700 mil millones en ingresos, un colchón para recortes fiscales y programas sociales mientras el
Departamento de Eficiencia Gubernamental, liderado por Elon Musk, apunta a reducir USD 1 billón del déficit.
El verdadero objetivo, sin embargo, es la reindustrialización. Al encarecer las importaciones, las tarifas dan espacio a los productores estadounidenses para reconstruir capacidad en sectores clave como el acero, los automóviles y los textiles-concentrados, no por casualidad, en estados decisivos electoralmente. Sí, los precios subirán a corto plazo, pero la administración apuesta a que el dolor inicial dará paso a empleos y fábricas antes de las elecciones de 2026. Es un «detox» económico, un sacrificio deliberado por un renacimiento industrial.
En resumen, son 4 lo ejes de objetivos que se han planteado Trum y su equipo:
- Reducir los costos de endeudamiento
- Reducir el déficit fiscal
- Revitalizar la industria nacional
- Reconfigurar el orden global
Que en el ambiente una pregunta ¿Por qué Trump lo hace? La respuesta que tengo es simple: porque puede hacerlo.
Reconfigurando el comercio global
Geopolíticamente, las tarifas son una palanca para renegociar el orden comercial pos-Guerra Fría, que ha favorecido déficits y dependencia estratégica para EE.UU. China, con su yuan subvaluado y exceso industrial, enfrenta un ajuste. Europa podría ser presionada por Ucrania, India por recortes arancelarios, y Canadá y México por temas de seguridad fronteriza. Los aliados que se alineen con las prioridades de EE.UU. recibirán alivio; los que no, pagarán más. Este no es un caos aleatorio, sino una disrupción por diseño.
Aquí radica la paradoja: las tarifas podrían, paradojicamente, pavimentar el camino hacia un comercio más equilibrado. Si la reciprocidad de Trump fuerza a otros países a bajar sus barreras-como sugiere Hanson al señalar que el «autopilot» de las tarifas se detiene cuando el otro cede-podríamos ver una reconfiguración, para mejor, del comercio global.
No será una desarancelización total ni inmediata; llevará tiempo negociar acuerdos y reconstruir cadenas de suministro. Pero el éxito de EE.UU. en revitalizar su industria y estabilizar
sus finanzas podría inspirar un sistema donde la paridad, no la asimetría, sea la norma.
Riesgos y realidades
No hay garantías de nada. Si la inflación regresa con fuerza o la reindustrialización falla, el backlash será severo. Pero culpar a las tarifas por males económicos ignora la historia: la Gran Depresión no fue causada por Smoot-Hawley, sino por Wall Street, como recuerda Hanson. Y los países que hoy critican a Trump han demostrado que las tarifas, bien usadas, pueden impulsar el crecimiento.
Una apuesta audaz
Las tarifas de Trump son un experimento audaz: una apuesta por la reciprocidad para corregir injusticias comerciales, por la reindustrialización para revitalizar a EE.UU., y por una reconfiguración del comercio mundial hacia un equilibrio sostenible.
Es un gambito de alto riesgo, pero si funciona, podría marcar el inicio de una nueva era económica-no solo para Estados Unidos, sino para el mundo. La pregunta no es si las tarifas son buenas o malas, sino si el resto del planeta aceptará el desafío de jugar en igualdad de condiciones.
Un impulso para América Latina y el caso de Venezuela
El impacto positivo de este gambito podría extenderse a América Latina, especialmente si se alinea con las prioridades de EE.UU. Un caso emblemático es Venezuela, donde un cambio político liderado por María Corina Machado podría transformar la región. Machado ha prometido convertir a Venezuela en un hub energético y un eslabón clave de las cadenas de valor industrial de EE.UU., aprovechando sus inmensas reservas de petróleo y gas natural, industrias de acero y aluminio, cementeras, cadenas petroquímicas, energía verde para centros de procesamiento de datos, litio extraído de salmueras petroleras, grandes extensiones de tierras planas con capacidad agrícola y reservas enormes de agua dulce.
Gracias a su cercanía geográfica, Venezuela podría albergar fábricas, centros logísticos y proyectos agrícolas que complementen la reindustrialización estadounidense, revitalizando su economía y fortaleciendo la integración comercial hemisférica. Si las tarifas de Trump incentivan la relocalización de la industria fuera de Asia, una Venezuela promercado podría convertirse en un socio estratégico, demostrando cómo la reciprocidad y la reindustrialización de EE.UU. pueden generar beneficios mutuos en Latam.
Una lección histórica y una oportunidad disruptiva
La relación entre Venezuela y EE.UU. no es nueva. Durante la Segunda Guerra Mundial, el petróleo venezolano fue vital para las fuerzas aliadas, impulsando la victoria contra el fascismo. En las décadas posteriores, cuando América Latina estaba plagada de dictaduras de izquierda y derecha, Venezuela brilló como un faro de democracia, un aliado confiable en
un hemisferio turbulento.
Hoy, las tarifas de Trump podrían actuar como una fuerza disruptiva inesperada, catalizando la democratización de Venezuela al presionar por un cambio político que alinee sus
inmensos recursos con los intereses de venezolanos y estadounidenses.
Una Venezuela libre y próspera, liderada por figuras como Machado, no solo revitalizaría su propio destino, sino que ofrecería al mundo un ejemplo de redención democrática que todos aplaudirían-anclada en la misma lógica histórica de resiliencia que Hanson defiende y en la visión estratégica sobre el poder transformador de las políticas audaces.
David Morán Bohórquez es ingeniero industrial (UCAB). Miembro de la Comisión de Energía de la Academia de Ingeniería y Hábitat de Venezuela y del Consejo Directivo de Cedice Libertad.
Fuente: Linkedind David Morán Bohorquez