Juan Soto Ivars, reconocido periodista y escritor, ha desatado una tormenta mediática con su nuevo libro «Esto no existe» (Editorial Debate), donde aborda un tema considerado tabú en España: las denuncias falsas por violencia de género.
Tras siete años de investigación, Soto Ivars presenta un extenso trabajo de 446 páginas que cuestiona la cifra oficial del 0,01% de denuncias falsas, argumentando que este porcentaje es resultado de una metodología que oculta la verdadera magnitud del problema.
«No conozco a nadie que no conozca algún caso de denuncia falsa, a nadie», afirma categóricamente el autor, quien comenzó su investigación al leer un titular que afirmaba que, de 180.000 denuncias por violencia de género, solo 17 eran falsas. Esta cifra le pareció inverosímil y le llevó a consultar con abogados de familia, quienes confirmaron sus sospechas. Desde entonces, ha recibido cientos de testimonios de personas afectadas, tanto hombres como mujeres, incluyendo abuelas que ya no pueden ver a sus nietos porque sus hijos fueron denunciados por sus exparejas.
El libro no niega la existencia de la violencia machista ni pretende minimizar el sufrimiento de las mujeres maltratadas. De hecho, comienza con el caso de una mujer maltratada, la madre de un amigo del autor. Sin embargo, Soto Ivars señala que existe una discrepancia significativa entre las estadísticas oficiales y la realidad:
«Si al año hay entre 150.000 y 200.000 denuncias por violencia de género y solo el 20% acaban en condena, la mitad de ellas de conformidad, es que ahí está pasando algo».
Según el autor, el sistema español de protección contra la violencia de género, aunque necesario, tiene efectos secundarios que nadie quiere reconocer. «En España se creó un escudo fabuloso para ayudar a las mujeres víctimas de violencia de género, un escudo extraordinario que no se ha puesto en marcha en ningún otro país de Europa», explica. El problema, según él, es que «se ha creado un mecanismo de protección y nadie se ha preocupado de que se use como mecanismo de ataque».
Soto Ivars cuestiona la metodología utilizada para calcular el porcentaje de denuncias falsas. Según explica, la Fiscalía solo contabiliza como falsas aquellas que han acabado en condena por ese motivo en el mismo año en que se presentó la denuncia, y únicamente cuando la fiscalía ha actuado de oficio. «Con ese criterio, en el año 2020 hubo cero denuncias falsas», señala, a pesar de que ese mismo año se desmanteló una red que proporcionaba a mujeres inmigrantes «novios falsos» que las agredían para que ellas pudieran denunciarlos y regularizar su situación como víctimas.
El autor estima, basándose en conversaciones con jueces y abogados, que el porcentaje real de denuncias falsas podría oscilar entre el 5% y el 40%. «Los jueces instructores hablan de un 5, un 10, un 15% de denuncias falsas. Los abogados, de un porcentaje mayor, en torno al 25% o hasta el 40%», afirma. Sin embargo, lamenta que no exista ningún estudio oficial sobre el tema: «No se sabe porque no hay interés institucional por averiguarlo».
Uno de los aspectos más controvertidos del libro es su análisis de cómo las denuncias falsas afectan a los procesos de divorcio. Soto Ivars argumenta que la ley actual crea un «incentivo perverso» para presentar denuncias instrumentales durante los divorcios:
«Si te estás divorciando de tu pareja varón porque ambos os detestáis, si él no está por la labor de darte nada y a ti te ponen en la mano la posibilidad de inclinar la balanza a tu favor con una denuncia… es muy posible que uses esa medida».
El periodista también aborda el impacto de estas denuncias en los hijos: «Los niños son tan víctimas de las denuncias falsas como sus padres». Critica la prohibición de mencionar la alienación parental en los juicios, mientras se reconoce la violencia vicaria cuando es el padre quien pone a los hijos en contra de la madre. «Eso lo que demuestra es que a nuestros legisladores lo del interés superior del menor quizás no les parece tan superior», afirma.
Respecto a la posición política sobre este tema, Soto Ivars lamenta que Vox sea el único partido que hable de denuncias falsas: «Yo sospecho de la cobardía del resto de partidos políticos. De la cobardía, y de lo poco que les importa la justicia». Considera que esto es un «regalo fabuloso» para Vox, ya que los demás partidos niegan la existencia del problema en lugar de darle su propio enfoque.
La Iglesia Católica, por su parte, ha mantenido una postura clara sobre la dignidad de la persona y la igualdad fundamental entre hombres y mujeres. El Catecismo afirma que «el hombre y la mujer tienen la misma dignidad y son de igual valor», rechazando toda forma de discriminación. Si bien la Iglesia condena firmemente la violencia contra las mujeres, también defiende la presunción de inocencia y el derecho a un juicio justo para todos, principios que podrían verse comprometidos en un sistema que presupone la culpabilidad basándose en el género.
Fuente: razonmasfe.com






