Defienden que más CO₂ significa «plantas más vigorosas, ecosistemas más productivos y más alimento para la vida silvestre».
Un grupo de científicos españoles y expertos en clima, críticos con la narrativa dominante sobre el calentamiento global, se ha reunido recientemente para poner sobre la mesa una pregunta incómoda: ¿existe realmente una crisis climática causada por la humanidad o estamos ante una interpretación exagerada de los datos? Su mensaje no niega que el clima cambie –porque siempre lo ha hecho, según ellos–, sino que plantea dudas sobre la magnitud del fenómeno, sus causas y, sobre todo, el alarmismo que lo rodea.
El primer gran argumento que sostienen estos científicos es sencillo: el clima de la Tierra nunca ha sido estable. Según recuerdan, los últimos 50 millones de años muestran una clara tendencia al enfriamiento. Vivimos, de hecho, en uno de los períodos más fríos de los últimos 500 millones de años, marcado por enormes masas de hielo en los polos.
Incluso en los últimos 6.000 años –la segunda mitad del Holoceno–, el planeta ha experimentado un enfriamiento paulatino que expandió los glaciares hasta la llamada Pequeña Edad de Hielo. Todo ello mientras los niveles de CO₂ aumentaban, algo que los modelos climáticos actuales no consiguen reproducir.
Por otro lado, es cierto que el planeta se calienta desde comienzos del siglo XIX, pero este calentamiento es discontinuo: alterna décadas de aumento con otras de ligera disminución, como entre 1940 y 1975. Un patrón, dicen, incompatible con la idea de que las emisiones humanas sean la causa principal.
La contribución humana: evidente, pero no determinante
Los científicos críticos reconocen que el aumento de CO₂ atmosférico procede en gran parte de nuestras emisiones. El océano, recuerdan, actúa como sumidero y no como fuente de carbono. Sin embargo,cuestionan que este aumento sea capaz de explicar por sí solo el clima actual. El sistema climático es demasiado complejo –«extremadamente complicado y mal comprendido»– para atribuir cambios globales a un único factor. Y aquí es donde apuntan directamente al principal pilar del consenso climático: los modelos.
Los modelos predicen un fuerte calentamiento si se duplica el CO₂, pero a juicio de estos expertos, fallan sistemáticamente al reconstruir el clima del pasado y dependen de retroalimentaciones no observadas. Además, el clima no ha acelerado al ritmo que debería si el CO₂ fuera el protagonista absoluto: el nivel del mar aumenta a un ritmo similar al de hace décadas, el hielo del Ártico lleva 18 años estable y los fenómenos extremos no muestran un incremento significativo.
¿Crisis climática o narrativa exagerada?
Para este grupo de científicos, la noción de «crisis climática» no encaja con la realidad que muestran los datos. A su juicio, muchos de los fenómenos que suelen citarse como pruebas del colapso ambiental no solo carecen de tendencias alarmantes, sino que incluso apuntan en la dirección contraria. Explican, por ejemplo, que la energía ciclónica acumulada –el parámetro que mide la intensidad conjunta de huracanes y tormentas– muestra una disminución sostenida desde principios de los años 90, tanto en el hemisferio norte como a escala global. Tampoco la narrativa sobre incendios forestales coincide con la evidencia: los satélites indican que la superficie mundial quemada cada año se ha reducido de manera significativa durante el último cuarto de siglo, y las reconstrucciones históricas sitúan este descenso en marcha desde hace más de cien años.
Algo parecido ocurre con las riadas en el Mediterráneo español, donde los estudios disponibles no encuentran tendencias al alza; más bien, al contrario, se observa una disminución notable desde la década de 1960. En cuanto a la precipitación en España, señalan que, pese a la variabilidad natural de un país tan heterogéneo, la media anual por décadas ha aumentado alrededor de un ocho por ciento desde los años ochenta.
Los científicos críticos recalcan que este panorama de estabilidad –e incluso de mejora– también está reconocido en documentos oficiales. En la tabla 12.12 del Sexto Informe del IPCC, el propio panel climático de la ONU admite que no existe evidencia suficiente para afirmar un aumento significativo de los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con humedad, aridez o precipitación. Lo llamativo, sostienen, es que esa cautela científica no se refleja en la comunicación pública, que sigue transmitiendo la idea de un agravamiento continuo.
A todo ello se suma, dicen, que algunas de las predicciones más difundidas sobre el futuro del planeta han fallado de manera repetida.Recuerdan que hace década y media se pronosticó la inminente desaparición del hielo del Ártico, mientras que hoy, lejos de desaparecer, la extensión mínima anual lleva dieciocho años manteniéndose estable. Del mismo modo, las islas coralinas del Pacífico, presentadas a menudo como víctimas inminentes del aumento del nivel del mar, muestran en la práctica un crecimiento generalizado debido a la actividad de los propios corales que las forman.
También apuntan al límite de 1,5 °C, convertido en símbolo de un colapso climático inmediato. Ese umbral se superó temporalmente en 2024 sin consecuencias apreciables, lo que a su juicio demuestra su carácter arbitrario. Todo ello les lleva a concluir que el supuesto carácter catastrófico del cambio climático –más allá de su existencia– responde más a una narrativa amplificada que a una lectura rigurosa de la evidencia. Según sostienen, si hay una crisis, es ante todo una crisis de percepción.
«La crisis climática, por tanto, es imaginaria», sentencian. Añaden el dato de que, recientemente, Bill Gates ha dicho que reniega de la catástrofe climática que antes predicaba al afirmar que el cambio climático, las enfermedades y la pobreza «son problemas graves y debemos abordarlos en proporción al sufrimiento que causan».
Beneficios olvidados del CO₂
Uno de los puntos más polémicos de esta corriente científica es la defensa de los efectos positivos del CO₂. Los satélites muestran que la vegetación global se ha expandido de forma notable en las últimas décadas. Más CO₂, sostienen, significa plantas más vigorosas, ecosistemas más productivos y más alimento para la vida silvestre.
Tras 30 años de políticas climáticas y miles de millones invertidos, las emisiones siguen creciendo. Reducirlas, advierten, tendría un impacto incierto sobre el clima pero un coste económico enorme. Por ello, consideran que la adaptación es una estrategia más realista y eficaz.
«No hay pruebas claras de que el calentamiento actual sea negativo», concluyen. «Pero si las hay de que el alarmismo climático genera miedo, pobreza energética y decisiones políticas erróneas».
Su mensaje, recalcan, no pretende negar el cambio climático, sino cuestionar una narrativa que, desde su perspectiva, ha dejado de ser científica para convertirse en dogma. Y, sobre todo, abrir un debate que consideran imprescindible: cómo gestionar un fenómeno complejo sin caer en la exageración ni en el miedo.
Fuente: eldebate.com






