La “muerte cerebral” se inventó para extraer más órganos

La “muerte cerebral” se inventó para extraer más órganos

Un revelador artículo publicado en el New York Times por tres médicos vinculados a centros de trasplantes ha reabierto el debate sobre la definición legal de muerte, proponiendo ampliarla para facilitar la obtención de órganos. Esta propuesta no es nueva: en 1968, un comité de médicos y especialistas en ética de Harvard estableció la definición de muerte cerebral que la mayoría de estados utiliza actualmente.

La doctora Heidi Klessig, anestesióloga retirada y especialista en manejo del dolor, señala que el concepto de muerte cerebral surgió poco después del primer trasplante de corazón realizado por el Dr. Christiaan Barnard. Un grupo de 13 médicos de la Escuela de Medicina de Harvard propuso esta nueva definición en un artículo titulado «Una definición del coma irreversible», sin respaldo de estudios científicos ni evidencia empírica.

«El único propósito era redefinir el coma irreversible como un nuevo criterio de muerte», explica Klessig. La justificación principal fue utilitaria: reducir la carga para las familias y hospitales, liberar camas en unidades de cuidados intensivos y facilitar la obtención de órganos para trasplantes.

La investigación ha demostrado que las personas diagnosticadas con muerte cerebral mantienen funciones cerebrales: el 20% presenta actividad en el electroencefalograma y más del 50% conserva un hipotálamo funcional. Además, estos pacientes pueden cicatrizar heridas, combatir infecciones, mantener embarazos hasta el término y presentar respuestas de estrés ante procedimientos quirúrgicos.

El Dr. Edmund D. Pellegrino, fundador del Centro Pellegrino de Bioética de la Universidad de Georgetown, argumenta:

«Los únicos signos indiscutibles de muerte son los que conocemos desde la antigüedad: pérdida de sensibilidad, latidos cardíacos y respiración; piel moteada y fría; rigidez muscular y eventual putrefacción».

Pellegrino enfatiza que ninguna persona debe ser sacrificada como medio para beneficiar a otra.

La última guía de la Academia Americana de Neurología (AAN) de 2023 reconoce la falta de evidencia científica sólida sobre la muerte cerebral. Sus criterios se establecieron mediante votaciones anónimas, lo que resulta preocupante considerando que el concepto lleva casi 60 años en uso.

El Dr. Eelco F. Wijdicks, autor de varias guías de la AAN, admitió en 2006 que «el diagnóstico de muerte cerebral está impulsado por la existencia de programas de trasplantes o cirujanos de trasplantes» y que «el examen de muerte cerebral no tendría mucho significado si no fuera por los trasplantes».

Además, existe una discrepancia legal: la Ley Uniforme de Determinación de Muerte (UDDA) requiere el cese irreversible de todas las funciones del cerebro completo, incluido el tronco cerebral. Sin embargo, las guías de la AAN solo verifican el coma, la pérdida de algunos reflejos del tronco cerebral y la ausencia de respiración espontánea.

La Iglesia Católica sostiene que la vida humana es sagrada desde la concepción hasta la muerte natural. El Catecismo afirma que la dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios, y que la vida es un don divino que debe ser respetado y protegido en todas sus etapas. En cuanto a la donación de órganos, la Iglesia la considera un acto noble de caridad, siempre y cuando se realice con el consentimiento del donante y después de una determinación ética y médicamente correcta de la muerte.
Fuente: razonmasfe.com