Ciudad Bolívar en su 261° aniversario

Ciudad Bolívar en su 261° aniversario

Crónicas mínimas

 

Feliz cumpleaños Ciudad Bolívar

 

Buenos días queridos amigos bolivarenses!

Feliz y bendecido jueves.

Tenue el cantar de aves y el sol se asoma somnoliento después de toda una noche hecha de agua y más agua, y despunta para que la mañana sea un encanto y nos solace el alma y nos ahíte el corazón y nos inunde la mirada con esta hermosa creación de Dios que es Ciudad Bolívar, que hoy arriba a 261 años de su fundación a orillas del majestuoso río Orinoco y frente a la Soledad de mis amores, de mis ensueños y de mis correrías por la epidermis del Cerro del Chivo donde íbamos a escuchar La piedra de la Campana; camino a estudiar a la Escuela Tomás Montilla.

Eran mis años de adolescencia, aquellos en que me llenaba los pulmones de viento barinés, ese que encrespa la lámina de agua viva y gigantesca que une en sagrado abrazo a Soledad y Ciudad Bolívar, y cuál argonauta cruzaba en Las grandes Chalanas y en las antiguas lanchas cuyos motores internos impulsaban la inminente travesía con la Piedra del Medio y la Isla del Degredo como dos colosos de Rodas, vigilantes y ojos avizores, cuidando que esa travesía fuera una eterna repetición de los viajes de Ulises en el mar.

Luego tendríamos frente a nuestras miradas al Puerto de Blohm, al Paseo Orinoco y el inmenso y atrayente espectáculo de la Laja de la Sapoara, enorme, descomunal y brillante como la luz de los mil y un amaneceres de la Angostura del Libertador.

Estar en Ciudad Bolívar no era únicamente ver y disfrutar de la vista al majestuoso Orinoco, estar en la Antigua Angostura era llegar a la plaza Farreras y agarrar rumbo a la avenida Cumaná bordeando la Laguna El Porvenir y llegar a la avenida 5 de julio, a la antigua Casona Unceín a visitar a mi tía Columba Flores de Kleyser y desde ese caserón mirar la belleza escénica de los grandes árboles y deleitarme el paladar con el agridulce sabor de los frutos del Ponsigué y los mangos y tantos frutales que convertían a aquella casa en el Paraíso terrenal.

Pero no era nada más la casa, eran mi tía Columba y el alemán como le decían a Don Paúl Kleyser su esposo, eran mis primos Paúl, Norma (La Nena Kleyser), Carlos Eduardo y la menor de la familia, Eda Kleyser a quien yo comparaba con una estrella de cine de Holliwod.

Esa era otra opción para conocer la Ciudad Bolivar de mis andanzas comercializando los sabrosos turrones de moriche que elaboraba en Soledad mi madre, Elia Muñoz o Mamá Elia.

También visitaba el Paseo Gasperi, caminando por la calle Guzmán Blanco y subiendo por aquella larga calle aledaña a Perro Seco, hasta llegar a la Plaza Centurión y caminar con mi azafate de turrón de moriche hasta llegar a la casa de mi tía Rosaura Flores de Cortez y mi padrino Cipriano Cortez y sus hijos y allí igualmente me sentía un adolescente feliz con mis primas y primos, sobre manera con Julio César que por ser mi contemporáneo había y hubo una relación de respeto mutuo y amistad que interrumpió su deceso unos años atrás.

Yo he vivido umbilicado a Ciudad Bolívar desde niño o adolescente, allí estudié en el Liceo Peñalver y recorrí sus calles vendiendo turrones, luego trabajé durante catorce años en el MOP y el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, actividad que desempeñaba en la Oficina de Hidrología del río Orinoco, ubicada en Punta Tamarindo, en la ribera norte del Puente Angostura.

Por todas estas cosas convoco a amar a Dios por encima de todas las cosas y a nuestros prójimos bolivarenses o guayaneses, como a nosotros mismos y darle continuidad a la vida que se amasa, que se amalgama y se le da textura desde La Cruz del Perdón hasta la La Laguna de los Francos.

Hermanos bolivarenses, reciban un abrazo solemne y emocionado desde la Mesa de Guanipa, esta sucesión de sabanas que dan fisonomía al sur del estado Anzoátegui y culminan su aventura en el banco de La Peña y su eterno ejercito de pajonales que se mecen con la brisa, como aplaudiendo la luminosidad del río de las Siete Estrellas.

Les deseo salud, sabiduría y mucho bienestar.

Reciban un emocionado abrazo desde mi corazón.

 

Juan Manuel Muñoz Moriche

Cronista Oficioso de Soledad

El Tigre, 22 de mayo de 2025