¿Son las religiones causa de conflictos? Nikodemus Schnabel, prior de la abadía benedictina Hagia María de Jerusalén, afirma que no es así y advierte contra la instrumentalización política de las sagradas escrituras .
Recientemente, en entrevista con DW, el ministro de Exteriores de Alemania, Sigmar Gabriel, celebró el hecho de que el acuerdo para conformar un Gobierno de coalición haya contemplado la necesidad «imperiosa” de reparar la abadía de Hagia María, ubicada en Monte Sión, cerca de las murallas de la Ciudad Vieja de Jerusalén. El monasterio en cuestión es conocido como el sitio donde, según la tradición, tuvo lugar la asunción la Virgen María.
Gabriel elogió también el programa de estudios que se desarrolla en sus instalaciones para propiciar la concordia y el entendimiento entre las confesiones, destacando lo difícil que es esa labor en este momento. DW habló sobre este proyecto con el padre Nikodemus Schnabel, prior de la abadía benedictina de habla alemana habitada por una veintena de monjes. El teólogo de 39 años, proveniente de Stuttgart, fue invitado por el Gobierno alemán a participar en el proyeto «La responsabilidad de las religiones con la paz” en 2017.
Deutsche Welle: A su juicio, ¿qué rol puede jugar la religión en el fomento de la paz?
Nikodemus Schnabel: A muchos conflictos se les da un cariz religioso. Creo que los líderes religiosos del mundo, sin importar su confesión, tienen como desafío definir lo que es la religión y qué representa…
…pero los extremistas hacen eso desde hace mucho tiempo y el suyo es un discurso sin matices…
De ahí la importancia de que los líderes religiosos se levanten y promuevan la siguiente reflexión: ¿quiénes somos nosotros para colgarle etiquetas a los que no son como nosotros, cuando dios mismo no hace eso?
¿Cómo lidia usted con las tensiones entre religión y política en Tierra Santa?
Los representantes de las distintas religiones debemos cerciorarnos de que éstas no sean utilizadas. La religión es una contraparte de la política. Todas las escrituras sagradas –sea el Corán, el Talmud o la Biblia– se cierran a que se pueda derivar de ellas literalmente una política concreta. Esos textos no son meros manuales con instrucciones. Tomar lo que ellos dicen literalmente es una violación de las escrituras sagradas.
¿Qué lección le ha dejado hasta ahora su paso por Jerusalén?
Una de ellas es que todas las escrituras sagradas tienen un espíritu crítico: todas alzan el espejo para que los poderosos se miren en él; enfrentan a sus lectores con cuestiones alusivas a la justicia, la paz y la reconciliación; y les dan aliento a los débiles y los marginados. Por eso me parece tan importante que en este momento se fomente el estudio de las ciencias teológicas. El objetivo es no dejar la religión en manos de los fundamentalistas, que lo que quieren es constreñir sus nociones y deformarlas.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desató una controversia internacional al anunciar que su país reconocía a Jerusalén como capital de Israel y que mudaría la sede de su embajada de Tel Aviv a esa ciudad sagrada. ¿Cómo influyó esa polémica sobre las relaciones entre los representantes de las religiones monoteístas afectadas?
La Iglesia católica asume desde hace décadas una posición que a mí me parece visionaria: Jerusalén es tan significativa que no se deja confinar a un ámbito nacional. Su Ciudad Vieja es realmente un ‘corpus separatum’ que no le pertenece a nadie que pretenda acapararla con talante nacionalista. Ese es el rasgo mágico de esta antigua ciudad, sagrada para tres religiones de alcance global. Qué aburrida sería Jerusalén si sólo fuera judía, musulmana o cristiana. Su magia desaparecería.
En la abadía de Hagia María se desarrolla desde hace más de cuatro décadas el proyecto Año de Estudio Teológico Jerusalén, financiado ante todo por el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) y subvencionado por la Conferencia Episcopal Alemana. ¿Qué quiere usted transmitirles a los participantes?
Yo mismo participé en ese proyecto en el año 2000 y debo admitir que marcó mi vida. Desde entonces no ya puedo pensar en el catolicismo o el protestantismo sin pensar también en el cristianismo ortodoxo. Ya no puedo pensar políticamente en Israel sin pensar en Palestina y viceversa. Ya no puedo pensar en el judaísmo y el cristianismo sin pensar en el Islam y viceveresa. El Año de Estudio Teológico Jerusalén es un desafío y quien lo asume se convierte en un pensador teológico. Y pensadores teológicos es lo que necesitamos en la actualidad, precisamente para no dejar las religiones en manos de los fundamentalistas y los fanáticos, que aseguran poder explicar el mundo en noventa segundos.
Christoph Strack (ERC)
La información es de: DW