Alexandra Henrion sonríe mucho cuando habla. Mezcla frases en inglés, francés y español. Y, a lo largo de una entrevista de casi dos horas, corrige permanentemente a la traductora. Para ella es importante que se entienda exactamente lo que ha querido decir. Por eso también recurre a notas y a apuntes cada dos por tres, y no para de consultar todo tipo de noticias en su ordenador.
Henrion, que es Doctora en Genética por la Universidad de París Diderot, fue durante dos décadas directora de Investigación del Instituto Nacional de Salud de Francia (Inserm), después de un posdoctorado en la Escuela de Medicina de Harvard (Boston). Durante años realizó importantes aportaciones en el estudio del ARN (ácido ribonucleico), algo que le llevó, según cuenta, a ser «invitada en todo el mundo» gracias a sus trabajos.
Sin embargo, asegura que todo eso cambió con la llegada del Covid-19. A partir de entonces, explica, la prensa pasó a «desacreditarla y tratar de silenciarla» por ir en contra del discurso mayoritario dentro de la comunidad científica.
Entre otras cosas, Henrion sostiene que «el ser humano es responsable de la aparición de este virus». Y se muestra muy crítica con la vacuna, que afirma que no detuvo la epidemia y sí tiene, en cambio, una lista casi interminable de efectos secundarios. Y todo, siempre según su discurso, porque se comenzó a comercializar sin haber pasado la fase de prueba y se vendió por los gobiernos del mundo como «la única opción posible».
Ahora acaba de publicar en nuestro país Los aprendices de brujo. Un libro en el que relata «todo lo que se nos oculta sobre el ARN mensajero» utilizado en las vacunas del Covid, que está basado en decenas de estudios científicos que ella misma referencia en la publicación. En Francia ha sido un bombazo: más de 130.000 copias vendidas que la han catapultado al número uno. Pero también ha generado una gran polémica.
El libro, eso sí, incluye una nota del editor que explica que Henrion trata de establecer «un análisis y una posición crítica» respecto a la vacuna del Covid. Y, aunque admite que «en determinados aspectos, se sitúa en una posición contraria a la del Consejo Científico», explica que «no debe ser considerado como una incitación a rechazar vacunas, sino como una contribución a la reflexión general sobre este tema».
Pregunta: Empecemos por lo más simple. ¿Podría darme una explicación básica de qué es el ARN y qué es el ARN mensajero?
Respuesta: Son definiciones muy abstractas, así que lo ideal es que cada uno lo comprenda a su ritmo. Por eso escribí el libro. Pero, en resumen, el ARN es un lenguaje genético de la vida, cuya función es ser el intermediario entre el ADN y las proteínas. Si utilizamos como ejemplo un ordenador, el ADN sería el disco duro. Las proteínas serían todo el equipamiento, desde la pantalla a los botones. Y el ARN se encargaría de la conectividad. Y por otro lado está el ARN mensajero, que es uno de los tipos de molécula que hay en esta gran familia y tiene la instrucción de producir una proteína.
P: ¿Cuáles son las diferencias entre ARN natural y el ARN artificial que se usó en las vacunas del COVID?
R: El ARN artificial tiene un idioma genético diferente, y es mucho más resistente a la degradación. Meses después de la inyección de la vacuna lo seguimos viendo en el cuerpo. Y, con la información de la que yo dispongo, no sabemos cuánto tiempo dura en nuestro organismo.
P: Usted habla de que el ARN tiene un potencial muy grande para muchas cosas, incluida la cura de enfermedades. Explíqueme por qué.
R: Se han conseguido tratamientos con ARN que han sido exitosos. En el libro, de hecho, menciono 12 medicamentos que están hechos a base de ARN, que han salido al mercado y están aprobados. Pero jamás se han aprobado medicamentos ni vacunas con ARN mensajero. A lo largo de 20 años se hicieron varios intentos, pero nunca pasaron de la fase dos en los ensayos clínicos de las cuatro que hay.
Pero lo importante no es lo que yo diga, sino yo lo que dicen los dirigentes de, por ejemplo, Pfizer y Moderna. En su día aseguraron que sabían lo que estaban haciendo y conocían bien el tema, pero era falso. De hecho, en marzo de 2022 el director general de Pfizer declaró en el Washington Post que la tecnología con ARN mensajero jamás ha dado resultados hasta ahora. Ni una vacuna, ni ningún otro medicamento.
P: Y entonces, ¿por qué se aposto por una vacuna con ARN mensajero para el Covid?
R: Es una buena pregunta. Ni idea, es incomprensible. No tiene sentido. Lo normal después de estar 20 años intentando sacar adelante medicamentos con ARN mensajero sin éxito es que los científicos paren y se pregunten si merece la pena seguir investigando o no. Pero vivimos en un mundo con muchos intereses económicos, y hay inversores que inyectaron mucho dinero, sobre todo en Moderna y en BioNTech. Y quieren que haya una rentabilidad.
Esa podría ser una de las causas. El problema es que se obstinan en insistir en una tecnología que no funciona. Es decir, la tecnología sí funciona, y producir esas proteínas es una proeza técnica y un negocio. Pero luego todo eso no provoca beneficios en la salud.
P: Dice que no se creyó la historia del pangolín y del murciélago como origen del Covid. ¿Cómo cree que surgió entonces?
R: Lo supe por el análisis genético de la secuencia del virus en enero de 2020. Ahí ya se veía claramente que había una lógica de creación humana. Y así es como se crean los virus. Es peligroso. Lo que no entiendo es que ahora, tres años después, la revista Nature diga que la hipótesis del origen animal es casi nula, porque se disponía de esa información desde el principio.
Es difícil de comprender que sabiendo todo esto desde hace mucho tiempo se condenara de forma tan rotunda a las personas que pusieron en duda la teoría del origen animal del virus. Esto ha constituido una censura intracientífica que no tenía fundamento, puesto que no se podían tener certezas. Yo había vivido una falta de interés, por ejemplo, en torno a mi trabajo. Pero nunca he conocido una condena tan rotunda respecto a formular teorías.
P: ¿Considera entonces que ha sido un virus fabricado por el hombre?
R: Para tener la certeza de que es un virus creado por el humano haría falta ver el cuaderno de laboratorio, que posiblemente ya no exista porque se haya destruido. Pero lo que sí es interesante es que se ha visto que hay secuencias que existen en la proteína Spike y en el virus que tienen trazas testimoniales de que han sido patentadas por Moderna en 2017. Cuando se le preguntó al jefe de Moderna cómo era posible que una patente suya estuviera ahí dijo que no lo sabía, y que le preguntaría a los científicos. Y todavía estamos esperando la respuesta.
P: ¿Qué diferencias ve entre la vacuna del Covid y el resto de vacunas que se han aprobado?
R: Hay tres enfermedades para las que la ciencia no ha conseguido que la vacunación sea exitosa ni en animales ni en humanos, porque hay más peligro vacunándose que sin vacunarse. Son el Coronavirus, la bronquiolitis y el dengue.
El problema de la vacuna del Covid es que el cuerpo produce efectivamente anticuerpos, pero no neutraliza el virus. Son dos cuestiones distintas. Por eso para muchos fue una sorpresa cuando se la pusieron, porque pensaban que no se contagiarían más veces ni podrían contagiar a los demás, cuando la realidad es que muchos tuvieron la enfermedad después de vacunarse, incluso varias veces, y siguieron transmitiéndosela al resto. Pero esto no lo explicaron.
Además, otra diferencia es que normalmente se tarda diez años, en el mejor de los casos, en desarrollar una vacuna. En este caso fueron diez meses. Y fue una proeza gracias a los políticos, puesto que los gobiernos aceptaron que los ensayos clínicos no tuvieran lugar en el laboratorio, como se hace normalmente, sino en la población general. Se lanzó y se dijo ‘Bueno, a ver ahora qué pasa’.
En ese sentido fue una vacuna revolucionaria. Además, como he explicado, se llevaron a cabo estos ensayos clínicos cuando sabíamos que la tecnología del ARN mensajero nunca había funcionado. Y la última diferencia es que jamás se ha visto una vacuna con tantos efectos secundarios como esta.
P: ¿La vacuna redujo la tasa de mortalidad?
R: En varios países como Israel, Inglaterra y Emiratos Árabes Unidos se constató que cada vez que comenzaba la campaña de vacunación se sufría el peor pico de mortalidad por el Covid. En algunos casos casi se duplicó esa mortalidad. De hecho, el ministro de Salud israelí se sorprendía porque dos semanas después de comenzar la vacunación el 11% de la población dio positivo.
P: En el libro explicas que no podemos descartar que la vacuna pueda ser tóxica, ni tampoco que nos pueda modificar genéticamente. ¿Qué implicaría esto de ser realmente así?
R: Respecto a la toxicidad, es una cuestión interesante, puesto que en todas las vacunas anticovid se ha utilizado la proteína Spike. Y existe una literatura científica abundante que habla sobre los niveles de toxicidad que esta proteína puede provocar.
Y luego, con respecto a la modificación genética, yo prefiero hablar siempre de la modificación del patrimonio genético. Porque es una cuestión que afecta a todo el mundo que recibe el ARN. Las consecuencias pueden ser vertiginosas, y se desconoce el impacto que puede tener.
Lo que sí vemos es lo que está pasando ahora mismo en los hospitales, donde se constata que hay más mortalidad y más casos de abortos espontáneos. Y lo sorprendente es que no se relaciona esto con las vacunas, aunque podría ser una hipótesis de lo qué está sucediendo.
La cuestión es que se alteran las mitocondrias, que son como las centrales energéticas. Se puede producir fatiga, disfunciones en los ovarios y testículos y una alteración del sistema inmunitario. En definitiva, un sistema más débil, que provoca más enfermedades y mayor vulnerabilidad, lo que al final se traduce en un mayor número de muertes.
P: Usted alerta de los numerosos peligros de la vacuna, pero no nos están llegando noticias de que se esté produciendo nada fuera de lo común. ¿Se están silenciando los casos de gente afectada?
R: Me sorprende esto, porque en los países escandinavos, en el norte de Europa y en Israel, por ejemplo, se han paralizado las vacunaciones a los jóvenes. En Israel se constató que había un 10% de las mujeres que veían modificado su ciclo menstrual. Y otro ejemplo sería el aumento de los casos de miocarditis en la población joven, algo que llama mucho la atención porque es una enfermedad poco frecuente.
Luego en la calle hay mucha gente que se queja de estar cansada y de tener vértigos y acúfenos. Y hay también casos de cáncer muy muy agresivos, que se desarrollan tan rápido que no da tiempo a aplicar la quimio. De hecho, el ministro de Salud de Alemania se excusó públicamente por las víctimas de la vacuna, porque las cifras que manejan ellos es que hay un caso grave por cada 5.000 vacunados. Y cuando hablamos de casos graves nos referimos a aquellos que cambian la vida del paciente por completo.
Por eso me sorprende que en España no se vea esto con tanta claridad. Puede ser que seáis una excepción. Ojalá, porque eso sería maravilloso.
[Después de responder a esta pregunta, Henrion coge su ordenador. Hace una búsqueda en español, pero se muestra «súper sorprendida» de que «no hay información» en nuestro idioma. «Si buscas en inglés encontrarás muchas noticias en Google pero si escribes en español no hay noticias», comenta.
Tras varios minutos de búsqueda, finalmente encuentra una noticia del diario Expansión que dice así: «El riesgo de miocarditis en jóvenes aumenta tras la segunda dosis de la vacuna de ARNm«. Y se da por satisfecha, aunque apostilla que, de hecho, «el riesgo aumenta con cada dosis, y se va acumulando», lo que es «un indicio de que la causa puede ser la vacuna».]
P: ¿Por qué cree que los Gobiernos del mundo han incentivado a la gente a que se vacune? ¿Qué han ganado ellos?
R: Esto escapa de mis competencias. Son cuestiones políticas, no es algo que me corresponda profesionalmente. Pero numerosos políticos dijeron que la única solución era la vacuna. A pesar de que no había una justificación para centrarse sólo en eso. Podrían haber preguntado a los veterinarios, porque hay muchos casos de coronavirus en animales y ellos saben que las vacunas no funcionaban contra ese virus.
La solución no era la vacuna, sino lo que se hace en todas las epidemias, que son los antibióticos. Hay un estudio que ha analizado la gripe española y otras pandemias que explica que la gente no muere del virus, sino de las infecciones bacterianas. Así que lo que se necesitaba era aplicar el antibiótico, que es lo que ya se hacía sin saberlo en 2019, con los casos que había de coronavirus. Porque en marzo de 2019 el virus ya estaba circulando por el mundo. Se ha visto en muestras de aguas fecales y en pacientes que tenían anticuerpos.
P: ¿Cuál fue la acogida del libro en Francia? ¿Recibió amenazas y presiones de algún tipo?
R: Voy a ceñirme a los hechos, que es lo que a mí me gusta. Lo cierto es que sin marketing, sin promoción y sin artículos periodísticos el libro salió en Francia y fue número uno muy rápido. Se ha producido un fenómeno editorial. No esperaba que un libro científico pudiera suscitar tanto interés.
La pregunta es ¿se hacen muchos amigos cuando se es número uno? Bueno, se hacen muchos amigos y también muchos enemigos. Y hay personas que no dudan en pasar las amenazas y que no entran en la esfera del debate, que es lo que yo propongo. Yo quiero que se lea el libro, se lean las referencias, que solamente son oficiales, y se vea si estamos de acuerdo o no con toda esta evidencia científica. Todo lo que yo digo se basa en hechos que demuestran el fracaso de la vacuna.
P: Algunos críticos le acusan de ser de ultraderecha. ¿Qué opina?
R: Es curioso que digan eso, porque yo nunca he tenido una posición política. Siempre he permanecido muy lejos. Y hablando de ciencia, se me acusa de ser de extrema derecha. En su momento, cuando cumplí los 18 años y pude votar, investigué a todos los partidos y ninguno me convenció. Por eso me considero una huérfana de la política. Están en las antípodas de lo que yo pienso. Así que estas cosas, que son falsas, para lo único que sirven es para descalificar.
P: Dejando de lado el Covid, ¿cuál es su opinión respecto a las vacunas en general?
R: El problema que yo tengo es con las vacunas que han mostrado ser problemáticas, que son las tres que he mencionado anteriormente. Pero a partir de ahí no tengo ningún otro problema con ninguna vacuna.
Lo que sí veo es que los organismos repiten constantemente que las vacunas son la única solución. Y yo soy genetista y conozco la complejidad del patrimonio genético. Y sé que las vacunas no son la solución para todo el mundo. Es un solución entre otras. No puede haber una respuesta única y no se puede imponer la vacunación.
P: ¿Usted se vacunó?
R: Voy a responder de la misma manera que ha respondido el presidente de la República Francesa: es un secreto médico. Y hay que volver a esa idea de que efectivamente, lo es. La salud no tiene que ser motivo de discriminación, ni para acceder a un trabajo, ni para vivir en sociedad.
Me gustaría que mi respuesta fuese una invitación para los demás, para que el resto respondiera de la misma forma que yo y se protejan. Porque además, yo que trabajo con enfermedades genéticas sé hasta qué punto puede afectar la discriminación. A la gente se le estigmatiza y se le pone una etiqueta cuando tiene una enfermedad genética. Se les margina. Y yo estoy muy sensibilizada con el tema.
Fuente: elindependiente.com