La decisión de Washington de no invitar a los gobiernos de estos tres países a la cita regional viene de la mano con las declaraciones de los representantes de la Casa Blanca.
Este miércoles comienza el encuentro de líderes de la IX Cumbre de las Américas en la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos, que antes de su inicio ya ha estado haciendo polémica desde hace semanas, principalmente por la decisión del anfitrión de no convocar a los mandatarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Y si bien la exclusión de estos tres países -cuya relación con Washington está fracturada hace años- era predecible, son varios los líderes de la región que han manifestado su rechazo a la medida. Sin ir más lejos, los presidentes Andrés Manuel López Obrador, de México; Luis Arce, de Bolivia; y Xiomara Castro, de Honduras, no asistirán a la cita en reclamo por la ausencia de las naciones ya mencionadas.
Asimismo, mandatarios como Gabriel Boric, el argentino Alberto Fernández o el canadiense Justin Trudeau también hicieron llamados a realizar una cumbre «sin exclusiones».
Pero, ¿qué hay detrás de la decisión del Gobierno de Joe Biden? La vocera de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, lo dejó bien claro: «Simplemente no creemos que se deba invitar a los dictadores y… y no nos arrepentimos», señaló, y agregó que «el Presidente se mantendrá fiel a su principio».
En tanto, una fuente del Ejecutivo precisó a Efe el lunes que «EE.UU. sigue teniendo dudas sobre la falta de espacios democráticos y la situación de los derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Como resultado, Cuba, Nicaragua y Venezuela no serán invitados a participar en esta Cumbre».
Estados Unidos, como país anfitrión, tiene el poder de decidir qué países asisten a la cumbre y, por eso, en las últimas semanas ha tenido «amplias» y «francas» discusiones sobre la cuestión de las invitaciones a Cuba, Nicaragua y Venezuela con otros socios regionales, detalló la fuente.
De todos modos, desde Washington enfatizaron que organizaciones sociales de estos tres países sí están registradas para participar en el foro. Incluso, se invitó a representantes del líder opositor Juan Guaidó, reconocido por la Casa Blanca como Presidente interino de Venezuela.
DEMOCRACIAS ILEGÍTIMAS
El Gobierno de Joe Biden ya había sido categórico sobre la situación de Venezuela y Nicaragua, países donde, ha recalcado, se ha violado sistemáticamente los derechos humanos de su población. En el primer caso, EE.UU. no reconoce a Nicolás Maduro como un líder de un gobierno soberano, asegurando que las elecciones de 2018 carecen de legitimidad, según confirmó el pasado 26 de mayo.
Misma razón tuvo Washington para excluir al Gobierno nicaragüense de Daniel Ortega, al desconocer los resultados de las elecciones presidenciales de 2021, donde la gran mayoría de los candidatos opositores no pudo participar por encontrarse en la cárcel.
A diferencia de los dos primeros casos, con Cuba la postura fue menos categórica. Las relaciones entre ambos países están fracturadas desde hace décadas, pero esta vez los mayores cuestionamientos tienen que ver con la represión por parte del Gobierno de Miguel Díaz-Canel contra los manifestantes de las inéditas protestas de 2021.
Todo esto ocurre pese a que en las últimas semanas Washington había retomado los contactos con La Habana sobre migración y había retirado algunas sanciones a Caracas para facilitar el diálogo con la oposición.
En todo caso, el Presidente Díaz-Canel descartó su participación hace dos semanas al asegurar que «en ningún caso» participaría en la cumbre.
DOBLE ESTÁNDAR
Los cuestionamientos continúan, sobre todo por la estrategia en política exterior tomada por Estados Unidos. La determinación de Biden de dejar fuera de la cita regional al trío de autoproclamados revolucionarios socialistas latinoamericanos pierde fuerza si se compara con su comportamiento en otras partes del mundo.
Así, Biden se prepara para visitar Arabia Saudita y reunirse con el líder de facto, el príncipe heredero Mohamed bin Salman (MBS), quien preside un país sin elecciones, con pocos derechos para las mujeres y con muchas otras normas consideradas básicas en los países occidentales.
En 2018, según los servicios de inteligencia estadounidenses, MBS orquestó el asesinato y desmembramiento de un destacado disidente, Jamal Khashoggi, residente en Estados Unidos y columnista de The Washington Post.
Como candidato presidencial, Biden dijo que ese crimen convirtió a Arabia Saudita en un «paria». Ahora, sin embargo, está listo para reunirse con el presunto autor intelectual del asesinato.
¿Por qué? Porque eso sería bueno para Estados Unidos, dijo Karine Jean-Pierre. «Si él determina que a Estados Unidos le interesa relacionarse con un líder extranjero y que ese vínculo puede dar resultados, entonces lo hará», dijo.
Arabia Saudita «ha sido un socio estratégico de Estados Unidos durante casi 80 años», señaló la vocera de Biden.
Fuente: emol.com