Si uno mira la superficie de la información argentina, la que manejan los círculos del poder, todas las encuestas relevantes publicadas y no publicadas, las percepciones de los analistas, el ambiente empresarial, sindical y político, la conclusión es clara: Cristina Fernández de Kirchner está a punto de sufrir una derrota en las elecciones legislativas del 22 de octubre, dentro de una semana, cuando compite por ser senadora por Buenos Aires, que marcará muy probablemente su declive definitivo y consolidará el poder de Mauricio Macri, que dominará así el país con una oposición muy debilitada.
Pero ella va a luchar hasta el final para evitarla. El lunes ha organizado un gran acto en el estadio de Racing, en pleno conurbano, el empobrecido alrededor industrial de Buenos Aires, donde está su núcleo duro. Será una nueva exhibición para recordar que sigue siendo capaz de movilizar masas de argentinos, como antaño. Los suyos admiten que la batalla está difícil, sobre todo, dicen, porque los medios más importantes apoyan al Gobierno, pero sostienen que por debajo de esa superficie informativa se está moviendo en las redes, donde ahora ha concentrado ella una campaña sin muchos fondos, una ola de descontento con el Gobierno que puede lograr la sorpresa. En su equipo recuerdan que hace dos años,
cuando Macri llegó al poder, todas las encuestas apuntaban que ganaría la segunda vuelta por 10 puntos y al final lo hizo por menos de tres, porque en la recta final el empujón del peronismo fue muy importante. Esta vez van a intentarlo de nuevo, aunque se antoja mucho más difícil. Ella en cualquier caso será senadora, porque incluso perdiendo entra -hay tres puestos en disputa- pero una derrota clara sería un mazazo político durísimo para una mujer acostumbrada a ganar desde los 90.
Macri no tiene solo a su favor a todo el mundo del poder empresarial y buena parte del sindical, un respaldo internacional muy notable y una corriente de cambio después de 13 años del kirchnerismo en el poder. Cuenta además con un aliado muy poderoso: buena parte del peronismo desea con más pasión incluso que los macristas que Cristina Fernández de Kirchner pierda estas elecciones. Porque en los comicios del 22 de octubre se definen dos cosas. Una, que ya parece segura, es confirmar que el macrismo vino para quedarse, que no es un accidente. “No ganamos por casualidad en 2015 porque no había otros, este cambio es muy profundo”, insiste Marcos Peña, mano derecha de Macri. “Les pido a todos que se alejen del escepticismo y del pesimismo crónico para hacer las cosas que llegó la hora de hacer”, clama el propio Macri ante los empresarios.
La consolidación del poder del presidente es un hecho. Pero hay otra cosa en juego en estas elecciones: quién liderará la oposición. Cristina Kirchner ha vuelto con ese objetivo, ser la jefa de la oposición. Y todos los peronistas que aspiran a ese puesto, que son varios, entre ellos algunos destacados como
el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, se están moviendo para que ella pierda el domingo 22 y así poder ellos aspirar a ser el candidato que se opondrá a Macri en 2019. Por eso la expresidenta necesita una victoria o al menos una derrota por la mínima para evitar que sea el propio peronismo, un movimiento creado por y para el poder que no acepta perdedores, la devore rápidamente. Ante esta posibilidad de derrota, ella ya está empezando a señalar que “la transparencia de los comicios no está garantizada”.
Pese a que se juegan tantas cosas, la campaña transcurre en sordina, sin gran entusiasmo, porque la mayor parte del poder argentino ya da por hecha la victoria. De hecho, Macri está tan crecido que está rompiendo con todos los manuales de campañas electorales. Ha anunciado abiertamente que después de los comicios habrá una fuerte subida de tarifas, esto es que a la gente le subirá la luz, el gas, el combustible, el agua. Y ni siquiera eso le ha hecho caer en las encuestas. Por si fuera poco, ha admitido que está encima de la mesa la posibilidad de una reforma laboral para bajar el costo argentino, aunque insiste en que no será ni mucho menos tan radical como la polémica reforma brasileña. Además se ha puesto en campaña contra las “mafias sindicales” y ha dejado caer que tiene una lista con 562 personas que son las que impiden el crecimiento del país con sus frenos en distintos sectores.
Macri está muy confiado porque todos los analistas señalan que la ola a su favor es imparable en este momento. Solo un dato en la última semana ha mostrado que aún se le podrían complicar las cosas: la inflación ha vuelto a repuntar, con el 1,9% mensual. Es precisamente esta inflación la que está machacando a los barrios populares donde Cristina tiene el corazón de sus votantes. La crisis económica es la última esperanza de la expresidenta para evitar la peor derrota de su larga y exitosa carrera política.
La información es de: El País