Los padres tienden a ser nuestro punto de referencia más arraigado.
Hay una historia recurrente en la obra del escritor estadounidense Paul Auster, y se trata de un esquiador que se pierde en los Alpes franceses y acaba tragado por una avalancha. Su cuerpo nunca se vuelve a encontrar.
Unos 20 o 25 años después, su hijo, que era un niño cuando murió su padre y se convirtió él mismo en esquiador, emprende una expedición en la misma zona. Solo en las montañas, a kilómetros y kilómetros de cualquier otro ser humano, encuentra el cuerpo de su padre, en perfecto estado en un bloque de hielo.
Lo que más marca al narrador es el hecho de que el hijo es mayor que su padre en el momento de la muerte.
Según mi interpretación, la narración simboliza cómo el joven tiene que continuar su viaje en el hielo y en la montaña solo, dando pasos en la vida que su padre nunca dio, porque nunca llegó tan lejos.
Habiendo superado al padre, o habiendo vivido más tiempo, el hijo esquiador se siente desamparado, angustiado por el hecho de tener que encontrar su propio camino sin los signos paternos.
Relación padre-hijo
En mi opinión, esta historia ofrece una analogía sobre la profunda relación referencial que puede tener un padre con su hijo. También creo que afecta muchas de nuestras dificultades para revisar valores y superar paradigmas.
A menudo, pensando en determinadas actitudes, percibo algunas huellas de la formación impartida por mi padre. Y superar ciertas enseñanzas equivale a crear tus propias rutas sobre nieve virgen.
Quizás esto ayude a explicar por qué siempre necesitamos la aprobación de nuestros padres. Para seguir adelante, necesitamos una verificación constante de que estamos en el camino correcto.
Esto explica por qué le envío a mi padre, desde hace más de 15 años, todos los textos que publico en revistas, periódicos y libros. Al acercarme a los 40 años, todavía necesito su reconocimiento y el hecho de que apruebe el uso que estoy haciendo de su apellido.
La presencia paterna
Más que eso, me doy cuenta de lo presente que está mi padre en quien soy, en mi cosmovisión. «Mi dolor es percibir que a pesar de haber hecho todo, con todo lo que hemos hecho, seguimos siendo los mismos y vivimos como nuestros padres», escribió Belchior en el texto de la canción Como Nossos Pais, inmortalizada por Elis Regina en 1976.
Hay un título referencial en la obra de la psicoanalista Jen Laplanche, Hölderlin y la Cuestión del Padre (1961). En él, el intelectual francés analiza la vida y obra de Friedrich Hölderlin (1770-1843), un poeta lírico de carácter protestante y espíritu filosófico, que contribuyó a actualizar el pensamiento de la Antigüedad clásica, bajo la perspectiva de la influencia de la figura paterna en su vida y su obra.
Laplanche considera fundamentales los momentos de ruptura de Hölderlin con su padre para encontrar su voz y vocación, así como sus conclusiones basadas en reinterpretaciones de pensamientos establecidos.
Aprendiendo
Esto significa que el poeta alemán sólo aprendió a «esquiar sobre sus propias piernas» desde el momento en que abandonó la zona de confort representada por sus valores paternos.
En mi opinión, es algo que todos deberíamos asimilar. Entender el apoyo y la dirección de los padres como un impulso inicial. Depende de nosotros aprender de ellos e intentar darles un nuevo significado en función de cómo procedamos hasta la cima de la montaña, que nunca permanece igual.
Nuestros padres han trazado un camino en el pasado, pero eso no significa que no podamos darle continuidad a nuestra manera.
Fuente: es.aleteia.com