A partir de este 21 de enero, el hijo de los cubanos Mario y Oria, un mesero y una camarera de Miami, deberá ejecutar la política exterior del presidente Trump.
Marco Rubio fue juramentado como el secretario de Estado de los Estados Unidos número 72 desde Thomas Jefferson, el primero en ocupar el cargo en 1789. A partir de este 21 de enero, el hijo de los cubanos Mario y Oria, un mesero y una camarera de Miami, deberá ejecutar la política exterior del presidente Trump, que promete dar un giro radical a la de su predecesor.
Normalmente, la designación de un funcionario de una Administración republicana o demócrata no levanta tanta expectativa. Lo de Marco ha sido diferente. Y es que el “muchacho” que vivía en West Miami, que fue comisionado en esa ciudad, luego representante estatal y portavoz en el Capitolio en Tallahassee y que llegó al Senado federal en 2011 es ya un orgullo del exilio cubano en Estados Unidos.
En una ciudad llena de luminarias políticas que han caminado por los pasillos del Congreso y la Casa Blanca, Marco es una suerte de puente entre aquella generación que nos hizo sentir orgullosos, desde Ileana Ross Lehtinen y Lincoln Díaz Balart en el Congreso, Bob Menéndez y Mel Martínez en el Senado, además de Carlos Gutierrez (secretario de Comercio de Bush) y Alexander Acosta (secretario del trabajo de Trump), hasta los que en noviembre pasado -María Elvira Salazar, Carlos Giménez y Mario Díaz Balart- renovaron sus escaños y siguen sirviendo en la capital federal.
La pléyade de cubanoamericanos sigue iluminando en Washington, de eso no hay dudas. Mario –el decano–, María Elvira, Carlos, Nicole y Ted, por el lado republicano; Maxwell y Rob, al otro lado del pasillo, seguirán siendo exponentes de una comunidad que lleva la política en los tuétanos, quizás como ningún otro grupo étnico del país. Pero como se nos ha hecho costumbre, ya es normal, es parte de nuestra cotidianidad.