Policías, medios, autoridades municipales y sanitarias están en el punto de mira de la ciudadanía.
Pocos medios se están ocupando del escándalo de las violaciones de 1.400 niñaspor parte de paquistaníes, kurdos y kosovares durante más de 15 años en Gran Bretaña, después de que Elon Musk lo denunciara. En Inglaterra, la derecha sí que se ha hecho eco, y arrecia en sus críticas al primer ministro Starmer, que fue fiscal general durante buena parte del periodo en que se produjeron los abusos, y al que se acusa de mirar para otro lado. Aunque no sólo a él. La crítica llega a la Policía y daña a la Sanidad, por no socorrer y atender adecuadamente a las víctimas y por no presentar las correspondientes denuncias tras conocer lo sucedido. Tampoco se libran concejales y parlamentarios laboristas, que habrían rechazado las peticiones de ayuda de los padres de las niñas, y en algunos casos hasta atacado a los denunciantes por «racismo e islamofobia». Todavía hoy, tras destapar el caso Musk, Starmer ha dicho que «el principal problema de nuestro país es la islamofobia», añadiendo que «los musulmanes se sienten incómodos» recordando aquello.
Lo peor sucedió en la localidad de Rotherham, donde se denunciaron los primeros abusos en 2001, aunque no hubo condenas hasta 2010. Los agresores paquistaníes abordaban a niñas pobres, huérfanas o tuteladas en centros de acogida, a las que drogaban, violaban e introducían en una red de explotación hasta la mayoría de edad. Mil cuatrocientas menores fueron sometidas a todo tipo de aberraciones. El escándalo abarcaría a todo el territorio británico, y cientos de casos ni tan siquiera fueron investigados.
Policías, medios, autoridades municipales y sanitarias están en el punto de mira de la ciudadanía, desconocedora en toda su dimensión de cuánto sucedió, pues muchos de los hechos fueron silenciados por «miedo a aumentar la xenofobia y el racismo de los blancos».