Carmen Gloria Zúñiga, académica UC: «La violencia escolar es la punta del iceberg de un problema sistémico»

Carmen Gloria Zúñiga, académica UC: «La violencia escolar es la punta del iceberg de un problema sistémico»

El pasado 23 de octubre la tragedia se apoderó del Internado Nacional Barros Arana (INBA): más de 30 alumnos sufrieron lesiones de distinta gravedad tras una explosión provocada por la manipulación de “artefactos incendiarios”, según detalló Carabineros, en el marco de la preparación de manifestaciones violentas.

El saldo del episodio es desolador; de los 35 estudiantes heridos, 22 siguen hospitalizados, seis en estado grave.

El incidente, además, se dio justo en la previa de la elección municipal, que tenía enfrentada a Irací Hassler y Mario Desbordes, por lo que el incidente rápidamente se apoderó de los debates políticos.

Pero más allá de las contiendas políticas, están los estudiantes, la comunidad educativa, y el vertiginoso aumento de la violencia en colegios y liceos durante los últimos años, el cuál no sólo responde a temas ideológicos o políticos, sino que también a la crisis de seguridad que permea al país, incluyendo a los contextos educativos.

Sobre esto habla en entrevista con El Desconcierto Carmen Gloria Zúñiga, Jefa de programa doctorado en Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile y experta en convivencia ciudadana.

-Pienso en «El baile de los que sobran» en los ochenta. Esa idea ha permanecido en el inconsciente de los niños, sobre todo de poblaciones que tienen un estrato socioeconómico bajo, porque todo es más difícil, porque todo cuesta más, porque sus papás o abuelos se mueren en las listas de espera, porque no tienen una salud digna. –

-¿Era evitable este trágico episodio que vimos en el Instituto Barros Arana por parte de las distintas instancias a cargo?

No sé si puedo hablar que era evitable, pero quiero destacar el rol que ha tenido la directora de ese colegio porque en su gestión disminuyeron muchísimo estos eventos de lanzar bombas y de radicalizar la violencia. ¿Y cómo lo logró? Conociendo a los estudiantes, preguntándoles cómo están, conociendo sus nombres, sus familias, haciendo cercano el colegio y generando un sentido de pertenencia.

Coyunturalmente estamos en una situación especial para algunos colegios que es el cambio de municipalidad y de dirección. Eso tiene a los colegios municipales que todavía no se cambian a los SLEP tensos, agitados, con incertidumbre de qué va a pasar. Esta situación yo creo que es un reflejo de eso, de un cambio, de la incertidumbre que se apropia de los jóvenes que no saben manejar bien.

Yo creo que toda situación como esta debería ser evitable, sin duda, pero en cierta medida no podemos culpar a la generalidad del liceo porque se sabe que son grupos radicalizados, que son pocos estudiantes, además del hecho que sabemos que hay grupos extremos que ocupan a estos niños para ejercer sus influencias.

-¿Se refiere a personas mayores de edad que influyen en estos actos?

Sí, son grupos extremos. No tengo identificado quiénes son, pero se sabe que son grupos de adultos que canalizan fuerza a través del contacto con estos estudiantes y que se presentan como antisistémicos y validan la violencia como forma de comunicación.

Lo que hay que preguntarse es por qué a estos niños les parece razonable unirse a estos grupos. La respuesta involucra a todo un sistema que necesita cambiarse para que esto deje de ocurrir y es un efecto multisectorial: el Ministerio de Salud en prevención, el Ministerio del Trabajo, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Seguridad Social. Pensar que solamente el colegio va a lograr mejoras es no comprender la realidad.

-¿Este episodio responde a una situación particular o hay una problemática de fondo?

Es algo que venía ocurriendo hace mucho tiempo pero como nunca había ocurrido con esta magnitud, no podemos hablar de un fenómeno aislado. Lo que dice es que nuestros jóvenes no están desarrollando sentido de pertenencia a sus comunidades educativas, a sus contextos cercanos, y eligen relacionarse con entidades que les generan un sentido de pertenencia porque les dan alguna esperanza, errada por lo demás, pero esperanza de cambio, esperanza de que alguien los escuche.

Desde la ley de inclusión en 2015, que establece que no se puede seleccionar por mérito académicamente a los estudiantes, al mezclar en la clase todos estos estudiantes que son tan diversos como la realidad social, genera un desafío importante para los profesores porque esta diversidad desafía las prácticas tradicionales de enseñanza.

-¿De dónde proviene esa violencia que termina expresándose en estos actos?

Yo creo que viene del sentirse excluido de la sociedad, sentir que no son parte, sentir que ir al colegio en realidad no les aporta nada. Porque luego ir a la universidad, que es el sueño de la meritocracia, o un instituto técnico, los deja trabajando con sueldos que no permiten tener un sustento económico digno. Esta idea de «ser alguien en la vida» no les hace sentido porque no lo ven factible de conseguir.

Es la consecuencia de la frustración y de la desigualdad histórica que tiene este país desde su creación. Si te fijas, pienso en «El baile de los que sobran» en los ochenta. Esa idea ha permanecido en el inconsciente de los niños, sobre todo de poblaciones que tienen un estrato socioeconómico bajo, porque todo es más difícil, porque todo cuesta más, porque sus papás o abuelos se mueren en las listas de espera, porque no tienen una salud digna.

Hablaba el otro día con unos estudiantes que se movilizaron en el 2018 para pedir baños en un liceo emblemático de niñas, porque había dos para mil niñas, ¿cómo es digno? Desde ese plano, uno puede llegar a entender esa rabia.

-Antes, como en la llamada revolución pingüina, las manifestaciones tenían un componente más ciudadano, no tan violento. ¿Por qué cambio esa forma de protestar?

Te voy a responder qué cambió. De la movilización pingüina luego nos fuimos al 2011 en la universidad. El Presidente que salió de esa generación y hoy vemos el caso Monsalve, de una persona de confianza del gobierno que ocupa su cargo para tener beneficio cuando comete un delito. Entonces, ¿qué cambió? No cambió nada.

Si yo fuera joven hoy día también estaría desilusionada con estas ideas de cambio. Ocupan la violencia para ser escuchados porque las prácticas tradicionales de manifestación parecen no ser efectivas para generar cambios. Y si lo vemos desde la política contingente; ¿qué pasó después del estallido social? Nada. En ese contexto es que renacen estas ideas de protestas violentas.

De todas formas, creo que este episodio hay que mirarlo con cautela, obedece a algo muy particular, pero sí lo que evidencia es que algo estamos haciendo mal como sociedad, como Estado, en términos de no ofrecer oportunidades de participación a los estudiantes.

-¿Están preparados hoy los cuerpos educativos para enfrentar este tipo de situaciones?

No, tajantemente no están preparados. Y no es porque no quieran, es porque no tenemos el sistema. Es un tema de presupuesto, por ejemplo, en los colegios municipales o de SLEP, hay poco presupuesto para capacitación, para que los profesores se formen en esto. La instancia que otorga estas capacitaciones es el CPEIP, que no alcanza a cubrir un 10% de las necesidades de los establecimientos municipales a nivel del país.

Se necesitan políticas de Estado que den prioridad a la gestión educativa, pensando en cómo un director de colegio genera un clima escolar positivo, abre la posibilidad a la toma de decisiones dentro del rango de alcance, hace partícipes a los docentes, auxiliares, profesionales de la educación y estudiantes.

-Por otras parte está la violencia ¿Cómo ve la situación actual de violencia en las escuelas? ¿Hay algún tope o se nos está yendo de las manos?

Es un momento de emergencia y tiene que ver con la consecuencia de la pandemia, el crecimiento del narco. El estar encerrados hizo que hubiera oportunidades para que estos grupos se expandieran e internacionalizaron muchos de sus negocios.

No es consecuencia de la gestión de Piñera ni de Boric. Esto es un fenómeno mundial y nosotros habíamos estado más aislados. Con este sistema tan paupérrimo, la violencia en las escuelas va a seguir aumentando en las comunas con bajos recursos, mientras en las comunas con mayores recursos no se aprecia la violencia escolar.

El problema de la violencia escolar es la punta de un iceberg de algo que es realmente sistémico y que afecta a las personas en diferentes esferas de su vida. El asunto es que se ve solamente en poblaciones que son vulnerables, porque ahí es donde puede manifestarse. Existe un yugo en términos de que aquellos que necesitan más oportunidades se ven cada vez más limitados en las posibilidades de acceder a estas oportunidades.
Fuente: eldesconcierto.cl