Llevar efectivo en el día a día forma parte de la identidad de los ciudadanos del país.
El Banco Central Europeo (BCE) decidirá en octubre sobre el lanzamiento de la siguiente fase del euro digital. El canciller conservador de Austria, Karl Nehammer, debe adelantarse. El año pasado, una iniciativa contra el límite en los pagos en efectivo recogió más de medio millón de firmas y el Gobierno debe tenerla en cuenta, por lo que se propone consagrar el derecho a usar el dinero en efectivo en la Constitución.
«El tema del efectivo es muy importante para la gente», justificó Nehammer, para añadir que «es importante para mí que el efectivo esté anclado en la Constitución porque sólo así se garantiza la libertad y disponibilidad de activos privados como derecho fundamental», de manera que todo el que quiera utilizar el dinero virtual y el futuro euro digital del BCE pueda hacerlo, pero el que desee seguir haciendo sus transferencias en metálico «pueda hacerlo también al amparo de la ley» con este blindaje.
Con este objeto, Nehammer ha pedido a su ministro de Finanzas, Magnus Brunner, que elabore una propuesta antes de la primera reunión con representantes de la banca, que tendrá lugar en septiembre y que deberá asentar técnicamente las dos intenciones del Gobierno: la garantía constitucional del dinero en efectivo y un suministro de efectivo eficiente y que necesariamente deberá ser establecido con ayuda del Banco Nacional de Austria.
Los austriacos retiran anualmente 47.000 millones de euros de los cajeros automáticos, una cantidad que sigue siendo muy relevante en el país. El Gobierno se propone garantizar una «clara seguridad de suministro» ante sucesivos debates sobre posibles restricciones al efectivo. Llevar dinero en la cartera forma parte de la identidad austriaca. «No tengo ninguna tarjeta y soy muy feliz sin tarjetas», presume Helga, de 52 años, en la Stephansplta de Viena, donde disfruta de una tarde de compras. «Veo mi dinero, sé lo que me queda y soy libre para gastármelo en lo que quiera sin que a nadie más le importe», explica por su parte Denis, de 47 años. La jubilada Catharina, de 72 años, tiene muy claro que «hagan lo que hagan los políticos, yo solo me siento segura si salgo de casa con dinero de verdad en el monedero». Y las estadísticas confirman estos testimonios callejeros ya que el 78% de los ciudadanos austriacos siguen pagando mayoritariamente con efectivo, aunque el porcentaje se reduce progresivamente: el año pasado era el 83%.
División en el Gobierno
Dentro de la coalición de Gobierno de conservadores y verdes, sin embargo, no hay acuerdo al respecto: Los Verdes quieren limitar el uso de efectivo a 10.000 euros como proponen las autoridades europeas. Desde la oposición, el FPÖ desea que se obligue a aceptar cualquier pago en efectivo y el SPÖ advierte contra la posibilidad de estar «anclando el lavado de dinero negro en la Constitución». «Es una cuestión cultural y generacional», aporta Armin Mühlböck, de la Universidad de Salzburgo, que apunta que las nuevas generaciones están más abiertos al dinero digital. Pero por ahora es donde seguimos encontrando la mayor densidad europea de cajeros automáticos, más de 1.600 por cada millón de habitantes, mientras que España figura en el quinto lugar con 1.074 por millón y en los países nórdicos se alcanzan tasas tan bajas como los 335 cajeros por cada millón de habitantes de Suecia.
Un estudio del Banco Central Europeo sobre el comportamiento de pago en la zona euro, que encuestó a 50.000 personas de un total de 19 países, muestra que el 59% de las transacciones se siguen pagando en efectivo. Tres años antes, era del 72%. El 60% de los encuestados por el BCE consideran importante seguir pudiendo pagar en efectivo, lo que indica que la mayoría muestra predilección por mantener el dinero físico en sus vidas.
Fuente: abc.es