El antropólogo, uno de los intelectuales de derechas más críticos con la nueva izquierda, analiza la crisis del oficialismo por el Caso Convenios. Y dice que el diseño que siguió la generación que gobierna “tiene errores estructurales graves”.
El antropólogo chileno Pablo Ortúzar (37, Puerto Varas) es parte de una camada de intelectuales de derechas en Chile que durante la década pasada comenzó a tener cada vez más injerencia en los debates de ese sector en el país sudamericano. Desde una mirada liberal en varios de los temas polémicos de la economía, pero conservadores en lo valórico, varios de ellos, incluido él, forman hoy parte del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), un centro que, desde las humanidades, propicia una reflexión en torno a las ideas en la derecha chilena.
Antes de convertirse en un liberal-conservador, Ortúzar transitó por varios caminos. Fue punk en su adolescencia, y leyó compulsivamente a Trotsky y Marx hasta que quedó desilusionado del comunismo. En su época universitaria militó en el Movimiento Autonomista, que luego pasó a ser Convergencia Social, el actual partido del presidente de izquierdas Gabriel Boric. Con él y su generación coincidió en varias de las marchas estudiantiles de 2011 que marcaron el origen del Frente Amplio (FA), la coalición del mandatario.
Hoy, el también columnista del diario chileno La Tercera, es uno de los intelectuales de derecha más lapidarios a la hora de criticar al Gobierno chileno, que enfrenta una crisis por el Caso Convenios, que investiga la fiscalía, por el traspaso de millonarios fondos del Estado a fundaciones sin fines de lucro ligadas principalmente a Revolución Democrática (RD), uno de los partidos clave del FA.
Al teléfono desde Edimburgo, donde vive y acaba de defender su tesis doctoral en la Universidad de Oxford, Ortúzar habla con EL PAÍS. Y arranca con un descarnado análisis de la manera en que la nueva izquierda chilena fue ganando espacios de poder en la política chilena. “El diseño político que armaron [los fundadores del Frente Amplio chileno] para crecer y proyectarse desde la universidad hacia la política nacional tiene errores estructurales graves, que hace que, al final del día, sirva para asaltar el poder pero no para servir al bien común. En eso se parecen al Podemos de España”, dice el antropólogo.
Pregunta. ¿Cómo considera que el Gobierno chileno ha manejado la crisis desatada por el escándalo que originó el Caso Convenios?
Respuesta. No ha dejado una buena impresión. Pareciera que, más que esclarecer los hechos graves de corrupción y cerciorarse de que no ocurran en otras regiones del país, lo que han buscado constantemente es dónde se puede cortar el hilo para detener la exposición pública y desviar la atención. Y esto, además, lo han hecho de manera amateur, lo que ha aumentado el daño a su propia credibilidad.
P. En una carta al director en un medio chileno usted dijo que el Frente Amplio estaría sacando provecho de esta crisis y ampliando el conflicto hacia toda forma de coordinación público-privada
R. Claro, es que desde la izquierda han comenzado a tratar de llevar agua a su molino culpando al principio de subsidiariedad [uno de los elementos más criticados de la Constitución actual chilena, que establece que el Estado debe abstenerse de intervenir en aquellas áreas en las que los individuos o grupos de la sociedad se basten por sí mismos] por actos de corrupción que vienen de su propia gente y que involucran necesariamente un enlace adentro del Estado. Tienen a todos repitiendo esta tontera. Y la verdad es que la política puede ser a ratos oportunista y deshonesta, pero incluso eso tiene un límite. Culpar al régimen institucional por engañarlo es un insulto a la inteligencia.
P. ¿Cree que fue una buena manera de contener la crisis la comisión de expertos por la probidad convocada por el Gobierno?
R. Creo que pretende disolver su propia responsabilidad en la de gobiernos anteriores, revisando casos antiguos. Sin embargo, puede producir frutos positivos si ayuda a afinar la regulación de los traspasos para evitar que casos como el de la Fundación Democracia Viva se repitan. Pero, ojalá, abriera una discusión sobre cómo la probidad del Estado se ve afectada por la ausencia de un servicio público profesional regido por una carrera funcionaria bien diseñada. En vez de eso tenemos una burocracia llena de cargos de confianza, cuotas de partidos políticos y funcionarios de planta con pocos incentivos. Siempre me ha llamado la atención que la izquierda sea fanática de hacer crecer el Estado, pero no le dedique un minuto a temas de modernización.
P. ¿Es acertada la estrategia de la oposición de pedir las renuncias de los ministros de Desarrollo Social, Giorgio Jackson (fundador de Revolución Democrática) o de Vivienda, Carlos Montes (socialista, el ministerio donde surgió el Caso Convenios) para enfrentar esta crisis?
R. Mediáticamente funciona, porque el ministro Montes evidentemente es el responsable político de lo ocurrido, aunque su estrategia sea reaccionar ahora como sheriff indignado que está cazando a los responsables. En el caso de Jackson, él representa la defraudada pretensión de superioridad moral del Frente Amplio.
R. ¿Cómo ve al presidente Boric frente a esta crisis?
R. Yo ya no entiendo al presidente Boric. No entiendo quién es ni qué representa. Pero creo que se ha hecho patente que la nueva izquierda requiere de reformas profundas si quiere prestar algún servicio a la república. Llegaron al poder soplando sobre cada foco de conflicto para convertirlo en incendio y ahora ellos mismos se están quemando. Le dieron prioridad a los universitarios sobre los escolares, sin importarles nada que nuestras escuelas produzcan analfabetos funcionales por miles. Apoyaron los retiros [de ahorros previsionales] sin cuestionar que la inflación se comiera el dinero de los trabajadores. Ellos, que vienen de colegios privados caros, destruyeron los liceos estatales de alto rendimiento y los colegios particulares subvencionados en nombre de la igualdad, dejando sin opciones de mejora a la clase media. Se trataron de llevar la Constitución para la casa en la convención pasada. Han inflado a grupos identitarios que no representan a nadie, sino que se dedican al lucro victimista autointeresado. Y suma y sigue.
P. ¿Ve algún tipo de redención?
R. Me parece que el Frente Amplio está en deuda con Chile por los males que hicieron para encaramarse en el poder. Y espero, honestamente, que trabajen para honrar esa deuda y enderezarse como grupo político, porque Chile necesita justicia y gobernabilidad. Y la gente le creyó a ellos.
P. ¿El rechazo a la acusación constitucional del ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, es un respiro al Gobierno en medio de esta crisis?
R. No sé si ayuda al Gobierno, pero muestra que la situación en la derecha es de desorden y confusión. Se le atribuye a Napoleón el dicho “nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error”. Y la derecha chilena, cuando está confundida, es especialista en hacer exactamente eso. La acusación contra Ávila ocurrió la misma semana en que aparecen los datos del SIMCE [la prueba de evaluación de aprendizajes que se aplica desde 1968 en el país sudamericano] que mostró que la situación de la educación básica y media manejada por el Estado es terminal. Sin embargo, el asunto terminó tratándose de la orientación sexual del ministro, que no debería importarle a nadie.
Fuente: elpais.com