Doctor en Historia por la Universidad de Valencia y profesor titular del Instituto de Historia de la UC y jefe del Departamento de Historia Universal, Alfredo Riquelme es un estudioso del comunismo y en esta entrevista analiza el largo período al mando del PC de Guillermo Teillier (79), cuyos problemas de salud -tuvo Covid y luego complicaciones por una gripe que lo llevaron a la UCI del Hospital U. de Chile- abren una interrogante sobre su continuidad a la cabeza del partido.
-¿Qué representa el liderazgo de Teillier en el PC? ¿Cuáles han sido los mayores logros de su presidencia?
-En los 18 años que Guillermo Teillier ha conducido al comunismo chileno, este partido fue recuperando la capacidad de incidir en la trayectoria política del país, la que había perdido desde fines de la década de 1980. En 2005, cuando asumió la presidencia del PC tras el fallecimiento de Gladys Marín, el partido carecía de representación parlamentaria, enteraba 15 años al margen de las alianzas políticas hegemónicas de la democracia transicional y tenía una influencia social limitada a ciertos segmentos sindicales, territoriales y estudiantiles asociados históricamente a la cultura comunista.
Hoy es un partido de gobierno, a cargo de carteras como Secretaría General de Gobierno y del Trabajo, así como con subsecretarios situados en posiciones estratégicas en el aparato del Estado, como Desarrollo Regional y Fuerzas Armadas.
-¿Pero no ha igualado las mejores votaciones del partido?
-Tiene una amplia bancada en la Cámara de Diputados y presencia en el Senado, sustentada en un respaldo electoral que, si bien no ha recuperado las cotas alcanzadas en sus mejores momentos del siglo XX (16,5% en las municipales de 1947, 16,6% en las parlamentarias de 1969, 17,1% en las municipales de 1971 y 16,0 en las parlamentarias de 1973), en mayo de 2021 obtuvo su mejor resultado de la postdictadura con 9, 23% en las municipales de 2021; y en noviembre de ese año, su 7,21% en las elecciones para el Senado y su 7,35% para la Cámara de Diputados lo convirtieron en el partido más votado de la izquierda y la centroizquierda, en medio de la fragmentación electoral de este amplio sector de nuestro espectro político.
-¿Y cuáles han sido sus principales derrotas?
-La más evidente ha sido la contundente derrota de la precandidatura presidencial de Daniel Jadue en las primarias de la izquierda de julio de 2021, en las que Gabriel Boric lo superó por más de 20 puntos porcentuales (60,43% contra 39,57%). Y el más definitorio, desde luego, fue la derrota por más de 20 puntos porcentuales: el plebiscito de septiembre de 2022, en el cual un 61,86 del electorado del país rechazó la propuesta constitucional de la Convención.
Ahora bien, ninguno de estos traspiés tuvo al presidente del PC como principal responsable. El fracaso de Jadue fue, incluso, el de un liderazgo que desafiaba la conducción de estilo institucional de Teillier, introduciendo una dinámica caudillista más bien extraña a la cultura política del comunismo chileno.
-Pero la derrota del plebiscito también fue una derrota de Teillier.
-La del 4 de septiembre de 2022 fue una derrota de toda la izquierda y, en verdad, también de los partidos de centroizquierda que respaldaron la propuesta refundacional de la Convención, cuyo alcance histórico aún es difícil ponderar. Lo que ya parece claro, es que la contundencia del resultado del plebiscito clausuró el ciclo revolucionario que estos mismos actores políticos habían imaginado abierto con el estallido social de octubre de 2019.
-En término políticos y estratégicos, ¿cómo cambió el partido desde que asumió la presidencia interina en 2005, reemplazando a Gladys Marín?
-Si uno lee convencionalmente sus documentos, no parece haber grandes cambios. Se requiere hacer una lectura entre líneas de su discurso y examinar sus prácticas. Así, es posible apreciar que el mayor cambio entre la conducción de Gladys Marín y la de Guillermo Teillier ha sido el operado en la política de alianzas del partido.
-¿De qué manera se expresó ese viraje?
-Ese cambio sacó al PC de los márgenes y lo instaló de nuevo en la mainstream de la política chilena. La clave de este reposicionamiento fue -desde 2005 hasta 2019- su aproximación a la centroizquierda, cuyo momento culminante fue la participación comunista en el gobierno de Michelle Bachelet entre 2014 y 2018, período en el cual, aunque la incidencia comunista fue bastante limitada -si la comparamos con la actual-, se consolidó un giro hacia la izquierda del discurso y las políticas públicas del todavía hegemónico socialismo democrático.
–La excepción a esta vía institucional fue el apoyo al estallido social en su faceta insurreccional. ¿Cómo afectó al partido?
-El llamado estallido social, que sorprendió a los comunistas tanto como al socialismo democrático y al Frente Amplio, y por cierto, al gobierno de Piñera y sus partidos, provocó un viraje en la política de alianzas del PC, que desde entonces ha privilegiado la formación de un polo hegemónico con la “nueva izquierda” agrupada y fragmentada en el Frente Amplio, a la que se ha procurado sumar al Partido Socialista y subordinar al resto de la centroizquierda.
Esa línea se ha mantenido desde octubre de 2019 hasta la actualidad. Y si bien mostró con crudeza su insuficiencia en el reciente plebiscito constitucional, tiene a su haber la elección como Presidente de la República de Gabriel Boric y la convergencia en torno a varias políticas de reformas que está impulsando el actual gobierno. Sin embargo, enfrentará una nueva prueba de fuego en las elecciones de consejeros constitucionales de mayo de este año, cuyo resultado -voto obligatorio mediante- es imprevisible.
-¿Representan estilos distintos Marín y Teillier?
-El entusiasmo con el que el PC imaginó el estallido social como una situación revolucionaria desde octubre de 2019, por una parte, y el realismo con el que ha asumido el desplome de esa ilusión desde septiembre de 2022, por la otra, indican que sigue viva en el comunismo chileno la tensión entre la idea del cambio a través de las instituciones -propia de los grandes partidos comunistas de las democracias occidentales tras la Segunda Guerra Mundial- y la idea del cambio mediante la acción directa de las masas -inscrita en la identidad fundacional del comunismo global inspirado en el ciclo de revoluciones desencadenadas por la Primera Guerra Mundial .
-Teillier fuer el encargado de la Comisión Militar del PC entre 1983 y 1987 y desde esa posición fue el nexo con el FPMR, que atentó contra Pinochet en 1986, dejando 5 muertos, e ingresó en Carrizal Bajo 80 toneladas de armas. ¿Cómo lo afectó el fracaso de la estrategia militar y las víctimas que dejó?
-Teillier pasó seis meses de tortura en la Academia de Guerra Aérea en 1974 y un año y medio más de prisión, después de lo cual, en lugar de seguir el camino del exilio, permaneció en el país y se reincorporó al trabajo político clandestino en el año en el que decenas de dirigentes y militantes comunistas fueron exterminados por la DINA. Fue esta trayectoria la que condujo a la dirección del partido a designarlo -años más tarde- como responsable de esa comisión, en la que desempeñó un papel político más que militar.
-El PC siempre ha sido monolítico (o eso se cree). ¿Hay tendencias en pugna para reemplazar el liderazgo de Teillier?
–Hace mucho tiempo que el PC ha dejado de ser monolítico. En este marco, ha intentado canalizar la movida de las aguas que -sin duda- ha provocado la debacle política del 4 de septiembre. Una de las fortalezas de Teillier ha sido, precisamente, su capacidad de articular las sensibilidades internas en tensión. Esto mismo puede permitir una sucesión ordenada en el liderazgo partidario, con el paso a la primera línea de dirigentes de nuevas generaciones como la senadora Claudia Pascual o el exconvencional Marcos Barraza, en lo interno, y como las ministras Camila Vallejo y Jeannette Jara, en su proyección nacional.
-¿Teillier con el presidente Boric tiene una relación ambivalente?
-Creo que entre el presidente del PC y el Presidente de la República hay, además de una interacción política eficaz para ambas partes, confianza y simpatía personal. Donde sí parece haber una diferencia muy difícil de superar pese a la cercanía personal, es en el ámbito ideológico y de política internacional: el Partido Comunista no ha sido capaz de adherir a la “doctrina Boric” en el ámbito de la democracia y los derechos humanos, basada en su universalidad, que se ha expresado con tanta claridad en estos días en su condena a las violaciones a los derechos humanos de la satrapía Ortega – Murillo en Nicaragua. La abierta indignación del Presidente contrasta con el silencio o la indiferencia que al respecto ha mantenido el comunismo chileno y, hay que decirlo, varios otros liderazgos y organizaciones de la izquierda latinoamericana.
Fuente: ex-ante.cl