Amaia Salamanca: «Cada vez más gente conservadora se expresa en el cine español… No de manera pública, pero sí privada» 

Amaia Salamanca. Madrid, 1986. Tras unos años en stand-bypara dedicar más tiempo a sus tres hijos con el empresario Rosauro Varo, en 2022 no ha parado y protagoniza ahora La piel del tambor, superproducción en inglés basada en la novela de Arturo Pérez-Reverte.

Protagonizas una superproducción rodada en inglés para cerrar un 2022 con tres películas y tres series. Podemos declarar muerta a tu bajada de ritmo por maternidad.
Sí, está siendo intenso. La piel del tambor es, seguramente, el proyecto más grande en el que he trabajado y la primera vez que interpreto un personaje en inglés, que ha sido lo que más me ha costado.
Pero el inglés lo dominas… 
No, no. Eso es lo que una se cree, pero si no lo practicas al final lo vas perdiendo y yo estaba oxidada. Estudié hace 20 años en Estados Unidos, pero, claro, no lo he utilizado caso desde entonces y me ha obligado a ser aún más metódica a la hora de prepararme el personaje. Tuve un coach que me ayudó y estuve un mes trabajando cada secuencia, intentando que la entonación fuera correcta y no tener un acento español muy marcado. Creo que ha quedado bien, estoy satisfecha.
¿Qué tal la experiencia Pérez-Reverte? ¿Eras fan? 
Sí, aunque, en concreto, La piel del tambor no me la había leído antes. A Pérez-Reverte le ha gustado la película porque creo que sigue bastante bien el libro y eso ha sido un alivio. Suponía mucho estrés que a Pérez-Reverte, que no se calla nada y siempre dice lo que piensa, le pareciese que la película era horrible o que yo no estaba a la altura del papel. Interpretar a Macarena Bruner tal y cómo la describe él en el libro era un reto y una presión terrible, porque imagina encontrarte una columna crítica suya después de verte. Pero no, está apoyando muchísimo la película y parece que está contento, así que, oye, eso ya me lo he quitado. 
La película, dirigida por un colombiano (Sergio Dow) y con dinero de medio mundo, muestra una Sevilla espectacular. ¿España es más guapa cuándo la miran desde fuera?
Puede ser. A menudo parece que nosotros mismos tiramos piedras contra nuestro tejado y no sabemos exhibir lo bonito que tenemos, que es mucho. Da la sensación de que todo lo que hacemos los españoles nos parece mal. Con la peli, por ejemplo, incluso se ha criticado que Rodolfo [Sancho] y yo hablemos en inglés: «Es que es raro veros a dos españoles discutiendo en inglés». No sé, eso forma parte de crear un personaje y para ello hemos ensayado, nos hemos mirado a los ojos, nos hemos reído, hemos hecho chistes… Hemos transitado por un montón de fases que nos han hecho llegar hasta el momento del rodaje. ¿Por qué no estar orgullosos de que dos actores españoles podamos trabajar en otros idiomas? Pues nada, hay alguno que no lo entiende porque los actores y los personajes somos españoles y el escritor, también. No sé si cuando ven Mulan se quejarán de que el emperador chino hable en inglés a todos los civiles. 
Macarena, tu personaje, está permanentemente en el foco de la prensa rosa. ¿Te ha recordado a alguien?
A la Duquesa de Alba, pero imagino que preguntas por mí [risas] 
Sí, no tanto como la Duquesa de Alba, pero has soportado tu cuota de atención.
Ahora me han dejado muy tranquila, pero tuve un momento bastante agobiante. Yo era más joven y hubo un boom mediático conmigo en el que se me relacionaba con distintas personas, se especulaba sobre mi vida privada… Lo peor de estas situaciones es que la mayoría de las cosas que se han publicado sobre mí eran mentira. Pero no te vas a poner a desmentir nada porque es lo que buscan, que entres en el juego y, entonces, ya sí que estás perdida. Es una trampa: si asumes que mientan, mal; si respondes, peor. Pero ahora la prensa rosa me ve ya asentada, con familia y le intereso menos. 

La maternidad cambia la percepción de ti.
La maternidad cambia la vida en general. Lo primero que cambia es tu percepción de la vida, te hace madurar de repente porque ahora ya hay una personas, o varias, de las que te tienes que ocupar y siempre quieres protegerlas y dejarles el mejor legado posible. Yo pensaba que no iba a actuar de determinada manera cuando fuese madre y, a la hora de la verdad, acabas actuando así. Tantos años diciendo que yo no voy a ser mi madre, para acabar siendo mi madre. 
¿Laboralmente has notado un cambio? 
Laboralmente sí, por supuesto. Ya eres una madre y los roles son otros, las miradas son otras. Pero a veces dudo si es una idea con la que yo misma me limito, porque dentro del ámbito nacional la gente sí sabe que soy madre, pero el que ve ahora La piel del tambor en cualquier otro país no tiene ni idea. Tengo muchas dudas con este tema, porque yo tengo la sensación de que, ahora que saben que lo soy, sólo me ofrecen papeles de madre de adolescentes, pero no sé si es una percepción sólo mía y me estoy creando un problema que no existe.
¿Te influye también a la hora de escoger papeles? 
Sí, claro. No creo que a mis hijos les agrade ver a su madre desnuda en una pantalla gigante y es raro, porque como actriz no deberías pensar en eso: tú tienes que meterte en el papel sea como sea. Pero sabes que, antes o después, tus hijos lo van a ver y no te apetece que te vean revolcándote por ahí con otro hombre. Entonces, me lo pienso mucho. Si está justificado dentro del guión que haya sexo, me lo planteo. Si es gratuito, no me interesa. 
Eres muy reacia a manifestarte en cualquier cuestión ajena al cine, sobre todo en política. ¿Por qué? 
No me pasa sólo con el mundo de la política o la religión, tampoco en mis redes sociales pongo nada de mi vida privada ni de mi familia ni de mis hijos. Por supuesto que tengo mis opiniones, pero no siento que tenga que darlas para que todo el mundo juzgue y opine sobre lo que yo pienso. Son temas que dejo para mi ámbito más cerrado, más cercano. No es por no posicionarme, es porque no me gusta exponerme ni exhibirme.
En el cine español, ¿es más difícil hablar siendo conservadora? 
Claro, pero cada vez hay más gente que lo hace. Sí que hubo un momento en el que parecía que no formabas parte del grupo si no pensabas como la mayoría, pero yo creo que cada vez más gente conservadora se va expresando sin que pase nada. A lo mejor no de manera pública, pero de manera privada sí.
¿No crees que eso es un problema? 
Sí, lo ha sido, pero por eso resalto que está habiendo una transición. Lo que pasa es que somos muy pesados poniendo etiquetas todo el rato y siempre parece que, si no te apetece etiquetarte, no estás lo suficientemente involucrada o comprometida. Me da igual, yo soy como soy y no necesito vincularme a ningún movimiento para que me acepten. La persona más cercana a mí sabrá lo que pienso y no necesito que todo el mundo lo sepa. 
¿Cuál es tu visión del feminismo? 
El feminismo como concepto es el que es: quiero la igualdad entre hombres y mujeres. Por eso es absurdo escuchar eso de «no soy ni feminista ni machista». Lo que también creo es que las mujeres no necesitamos un empujón para llegar a esa igualdad, sino un trabajo de educación a los hijos. Tenemos que hacerles partícipes de esa igualdad para que vivan dentro de ella y no vean la diferencia. Yo soy una mujer que sale a trabajar fuera de casa y me llena que mis hijos vean que mamá también va a ganar dinero y a disfrutar de su trabajo. Y aun así, todavía me preguntan: «¿Por qué? ¿Dónde vas?». Siguen viéndolo más normal en el padre y creo que la base de la educación es lograr darles a nuestros hijos esa visión de igualdad entre hombres y mujeres.
Llevas toda la entrevista peleando con una falda tubo monísima, pero nada cómoda. ¿Qué relación mantienes con tu belleza?
Contradictoria. Muchas veces te puedes sentir un poco esclava, como ahora mismo. Además, el mundo de las redes sociales ha multiplicado esto: tienes que estar perfecta todo el rato. Me preocupa que esa sea la educación que estamos dando ahora a los adolescentes porque la belleza continua y los filtros no son la manera en la que uno envejece, esa no es la realidad. Así que al final es una contradicción: quiero no estar demasiado obsesionada con la belleza y enseñar algo real, pero dentro de mi profesión muchas veces la potenciamos al máximo y le dedicamos muchas horas.

Fuente: elmundo.es