En la teología de la liberación está el origen de la rebelión de Chile en 2019

El profesor de la Universidad de San Sebastián expone una tesis diferente a las planteadas hasta ahora, para tratar de entender el estallido social que desembocó en la actual Constituyente.

Juan Carlos Aguilera, profesor de filosofía y fundador del Club Polites, ha estudiado «desde dentro», el fenómeno chileno de octubre de 2019 que se conoce como «estallido social» y que él denomina «rebelión».Aguilera está convencido de que lo sucedido en su país «es una prolongación» del fenómeno «marxista» que se implantó en el Palacio de la Moneda con «la Presidencia (1970-73) de Salvador Allende y ahora busca, con Gabriel Boric, culminar aquel proceso que quedó inconcluso».

Chileno de nacimiento, Aguilera desarrolla una tesis totalmente diferente a las planteadas hasta ahora para tratar de entender esa sacudida, que convirtió al país más estable de Sudamérica en uno más del resto de la región donde la incertidumbre y la inestabilidad, son ahora sus señas de identidad.

Identifica como origen de esta «violencia» a la «ideología marxista» de «la teología de la liberación» con la que comulgaron sacerdotes rebeldes, defensores de la revolución cubana e incluso curas que formaron parte de los movimientos guerrilleros de la época (las FARC y el ELN en Colombia, el ERP y los Montoneros en Argentina…).

Mantengo mi tesis con datos, está documentada», insiste. «Recuerde –añade– el grupo de los 80, o los más de 300 sacerdotes que se reunieron en 1971 con Fidel Castro en el Consulado de Santiago de Chile… Este trabajo de infiltración del marxismo en la Iglesia viene de atrás, de los años 60», reflexiona.La idea era y es, advierte, «asimilar que no hay incompatibilidad entre marxismo y catolicismo» por el contrario, el objetivo, aclara, consiste en «hacer una alianza» entre la religión y esa ideología.La correa de transmisión de este movimiento «en Hispanoamérica», tiene nombre y apellidos, asegura: «Enrique Dussel». El argentino, uno de los fundadores dela teología y la filosofía de la liberación, es «el más importante» a su juicio y el impulsor de la llamada «descolonización».Aguilera, en El Debate, hace un repaso cronológico e histórico desde los años 70, donde adjudica un papel protagonista a Fidel Castro y a los sacerdotes que comulgaron con aquel movimiento que provocó el castigo de Juan Pablo II al sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal.

La secuencia que establece sigue este orden: «Teología de la liberación, sociología de la explotación, relación norte-sur, pedagogía y filosofía de la liberación». Todo ello aplicado desde «Salvador Allende y con el silencio cómplice de la iglesia chilena de la época», asegura.Recuperada la democracia tras la dictadura de Augusto Pinochet (1973-90), los gobiernos y en especial señala el de Sebastián Piñera colaboraron con la modificación de los libros de textos que tergiversaron la historia.Dicho esto, Varela reparte responsabilidades e identifica escenarios que facilitaron las protestas que a punto estuvieron de tumbar el gobierno de Piñera: «falta de responsabilidad de la clase dirigente» y hace una lista en la que incluye: «empresarios, políticos y un Poder Judicial deslegitimado»El profesor entiende que aquellas revueltas –sin sofocar de forma definitiva– son un ajuste de cuentas para recuperar el pasado marxista interrumpido con la muerte de Salvador Allende durante el golpe de Estado de Augusto Pinochet.

Caldo de cultivo

El último ciclo o giro a la izquierda revolucionaria de Sudamérica –finales de los 90 y principios del 2000–, a juicio de este profesor de filosofía y fundador del Club Polites, es consecuencia, como lo sucedido en Chile, de un caldo de cultivo alimentado desde la Habana por Castro con aquellos sacerdotes que desafiaron al Vaticano.«Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales … Todos –recuerda– siguieron la misma hoja de ruta para crear una nueva Constitución a su medida y asumir el marxismo, con ropajes modernos, como una ideología a imponer». Los «cambios» que incorporaron fueron algo más que cosméticos. «La figura del obrero se sustituye por la del pueblo como nueva categoría», analiza.Esa nueva clase, «el pueblo», responde a «aquellos sujetos que experimenta la percepción de sentirse explotados». Se trata de «diferentes identidades que expulsan la nacional» y cita: «la identidad gay, la indígena, la feminista… Estas identidades –desarrolla– no tienen por qué estar interconectadas entre sí».

La conclusión a la que llega es que mediante estas nuevas categorías sociales, unidas por un sentimiento de marginalidad, «se pasa de asaltar el poder no desde arriba, sino desde el pueblo» que forman ellos. ¿Cómo?, se pregunta, «mediante la convocatoria de Asambleas Constituyentes. Lo vimos en Bolivia, Nicaragua, Venezuela… Siguen la misma hoja de ruta. La dirección es enfilar el camino del socialismo con un Carta Magna propia».Durante las revueltas chilenas de octubre de 2019, los carteles se imprimían con una demanda reiterada en forma de epígrafe: «descolonización» término que ha demonizado la España de la conquista de América para unos, encuentro de culturas para otros o el descubrimiento del nuevo mundo. El mensaje para Aguilera consiste en «anular, romper, deslegitimar y sacar de la memoria tu identidad nacional».

En este contexto coloca al «indigenismo» como el elemento determinante o «criterio de poder». Ese factor, recuerda, es el que impulsa al gobierno a «Evo Morales, Rafael Correa… Son fenómenos bajo el mismo alero ideológico», destaca antes de advertir: «Hasta Gabriel Boric se somete a una ceremonia indígena como hicieron los ex presidentes mencionados».En busca de una «explicación razonable» a lo sucedió en su país y después de peinar, en pleno apogeo de las revueltas en Santiago, las zonas de conflicto, el profesor Varela explica el triunfo de Gabriel Boric en las elecciones como una fase más de ese proceso de violencia, a su juicio, planificada desde hace décadas.En qué beneficia al presidente Boric el actual escenario o si considera que éste puede estar contento tras verse obligado, como Piñera, a mandar al Ejército al sur para frenar la violencia mapuche, es una cuestión de rápida respuesta para él. «Alvaro García Linera, ex vicepresidente de Bolivia y uno de los hombres que le habla al oído al Presidente, lo ha expresado con claridad: para alcanzar y conservar el poder hay que mantener la violencia, la tensión en las calles».

Fuente: eldebate.com