Los expertos dicen que el caos se desataría tras 48 horas de apagón total de internet. Esther Paniagua indaga en las formas que puede adoptar la catástrofe.
Internet está hoy en todos y en todo. Es un elemento estructural en el entorno laboral y cada vez lo es más en el cultural y el lúdico. Pero también, y eso se nos olvida a veces, es una pieza clave para el funcionamiento de las llamadas infraestructuras críticas: la electricidad, el agua, el transporte, la seguridad, los pagos, la logística… Nada de ello soportaría una caída sostenida de internet. Los expertos dicen que el caos se desataría con dos días o más de apagón total, algo que ha pasado en contadas ocasiones. El mundo necesita internet. En un sentido literal.
¿Estamos preparados para una interrupción continuada? ¿Podemos sobrevivir sin la Red? Esa es la pregunta con la que arranca Error 404. ¿Preparados para un mundo sin internet?, de la periodista Esther Paniagua. La autora aborda algo que todos, en nuestro fuero interno, sabemos que puede pasar. Las novelas, películas y series que exploran distopías posapocalípticas se ocupan de imaginar por nosotros posibles futuros cuando todo se apague. Pero tendemos a considerar que esas opciones son más propias de la ciencia ficción que del mundo real. A pesar de que, como cuenta la autora, “estamos a cuatro comidas del caos”.
El libro indaga en sus dos primeros capítulos (tiene 11) qué forma puede adoptar este horror, qué posibilidades hay (son muchas) de que suceda la catástrofe y cómo podemos (tratar de) evitarlo. Los potenciales apagones pueden ser provocados, por ejemplo, por ataques militares convencionales. Tal y como se recuerda en el libro, casi dos millones de crimeos se quedaron sin electricidad durante dos semanas después de que el ejército ruso destruyera varias subestaciones eléctricas. Se cayeron todos los servicios, por supuesto también internet; se declaró el estado de emergencia y los generadores alimentados por combustible ayudaron a la población a seguir adelante.
También se puede inutilizar la infraestructura mediante ciberataques. Ya ha pasado, de hecho, y en el mismo escenario que el anterior. Ucrania acusó a Rusia de estar detrás del bloqueo a través de software malicioso de varias centrales eléctricas en el invierno de 2015, un año después de la anexión de Crimea, lo que dejó a más de 80.000 personas sin electricidad (y sin opción de calentarse) durante más de seis horas. Luego está la misma naturaleza. La gran tormenta solar que sacudió la Tierra en 1859 o la tormenta geomagnética que afectó a Asia en 1770 derribarían hoy el sistema eléctrico mundial de un plumazo. Y el sistema puede caer también por sobrecarga. Básicamente porque esto de internet ha crecido por encima de sus posibilidades: pasó de conectar a unos cuantos miles de investigadores a miles de millones de dispositivos, todo ello sin cambios drásticos en la arquitectura del sistema. Toda la información circula por una serie de nodos centrales que, si colapsan, adiós.
Paniagua aborda este y otros escenarios que nos pueden llevar a la desconexión más allá de la frontera de las 48 horas, la línea roja que marcan los expertos para que se pase “de un estado de normalidad a otro de crisis”. Es una descripción tan pormenorizada como aterradora. Tanto, que el lector se queda con ganas de más: solo se le dedican unas 50 páginas del libro.
Las otras casi 250 repasan varios de los problemas que trae consigo la sobreexposición de las personas y la sociedad a internet. Cibercrimen, adicción a las pantallas, desinformación y odio, sesgos algorítmicos, plataformización del trabajo, capitalismo de la vigilancia, espionaje digital… Todos ellos se esfumarían si se apaga el interruptor de internet. Y quizás no sea mala idea.
Fuente: elpais.com