El derecho «fake» de la mujer a abortar, además, viola no sólo el carácter universal de los auténticos derechos, ya que estos abarcan a hombres y mujeres de entrada, sino también viola su carácter de “interdependencia”, debido a que el supuesto derecho de esa mujer al aborto violaría otro derecho, el derecho a la vida de quien está por nacer.
El marxismo posmoderno, esa reinvención del socialismo clásico que hoy encarnan los lumpenproletariat y su agenda de delirios hedonistas y criminales, ha trastornado el lenguaje, la educación, y también los derechos humanos auténticos.
Los derechos humanos, de entrada, bajo un enfoque de liberalismo clásico, son universales, como queda asentado en la Declaración Universal de 1948. No hay nadie que quede fuera de ellos, de su protección. Por tanto resulta absurdo hablar de derechos de grupos sociales específicos, como si estos no quedaran ya comprendidos en la Declaración.
Si hubiera “derechos humanos” para cada uno de los grupos —o aun individuos— que se han sentido discriminados alguna vez, por la razón que fuere, se perdería el carácter universal que hoy poseen.
De hecho, es muy grave que haya perspectivas menores, de facciones, parciales, al aura universal de los derechos humanos, porque esto resulta, al final, excluyente.
Por ejemplo, ¿por qué habrían de tener unos derechos especiales ciertos pueblos pero otros no? ¿O por qué algunos deberían tener más derechos que otros, o derechos especiales, diferentes, sólo por su orientación sexual, o por su sexo? Si alguien es mujer, indígena, homosexual, migrante, o ateo, goza de los mismos derechos que todos los demás. Ya goza de todos los derechos.
Por esto es inaceptable que haya propaganda sobre la supuesta existencia de “derechos de la mujer”, como si serlo fuera algo distinto de ser un ser humano, en la plenitud de su dignidad como persona humana.
Pero eso no es todo, ni lo peor, sino que esos supuestos “derechos” de la mujer, sean usados como arma de una ideología perversa —la progresista, la del socialismo posmoderno—, para anular los auténticos y legítimos derechos humanos de otro ser humano. Como es el caso del derecho humano a la vida.
Hoy las supremacistas del feminismo hablan de sus “derechos”, pero se refieren sobre todo al aborto. Para ellas existe el “derecho al aborto”. Que por supuesto, no es ningún derecho de nadie. Es un asesinato de un bebé en gestación.
Y cuando no lo llaman así, lo llaman “derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo”, incurriendo nuevamente en un absurdo, porque es obvio que el cuerpo en formación del nuevo ser humano, no es el cuerpo de la mujer, sino otro cuerpo diferente, así sea que crece y se nutre en el vientre de su madre.
También lo llaman “el derecho de la mujer a decidir sobre su vida”, pero una vez más, el destino del nuevo ser humano en gestación no es sinónimo de “la vida” de la mujer que lo lleva en su seno.
O bien, aún más perverso, han acuñado los leguleyos a sueldo del globalismo woke, la expresión: “Derecho a la salud reproductiva” de la mujer.
Sólo son falsedades, puesto que se refieren única y exclusivamente al aborto, y que se sepa, asesinar a un bebé en crecimiento nada tiene que ver con la salud, ni con la de la mujer, y mucho menos con la del feto, que también puede ser mujer, por cierto.
Tampoco hay nada de “reproductivo” en ese derecho fake, puesto que justamente el aborto es el asesinato del nuevo ser humano que aún no nace, lo cual es lo contrario a lo reproductivo. No se reproduce un ser humano, se destruye su reproducción.
El derecho fake de la mujer a abortar, además, viola no sólo el carácter universal de los auténticos derechos, ya que estos abarcan a hombres y mujeres de entrada, sino también viola su carácter de “interdependencia”, debido a que el supuesto derecho de esa mujer al aborto violaría otro derecho, el derecho a la vida de quien está por nacer. Un derecho no puede ejercerse en agravio de nadie más, ni en detrimento de otros derechos.
Pero el uso francamente manipulatorio del lenguaje es una de las especialidades de la casa de los marxistas posmodernos, hábiles para inventar una neolengua orwelliana, el así llamado “lenguaje inclusivo” o “neutro”, útil para fortalecer el control del gobierno sobre los ciudadanos, a los que obliga argumentando “corrección política” a hablar de una determinada manera. Los progresistas son totalitarios, y no esconden su naturaleza parasitaria.
Otro derecho fake es el “derecho a la adopción” por parte de parejas de la comunidad LGBT. No hay ningún derecho como tal en ese sentido, así sea que en algunos lugares haya uniones legales de gays, y que puedan adoptar niños. El único derecho auténtico es de los niños a contar con una familia, y en términos cristianos, con un padre y una madre.
Asimismo, los derechos humanos, se consideran “progresivos” (no confundir con “progresistas” o woke), lo cual significa que nuevas leyes no pueden aplicarse en afectación de lo ya legislado a favor de los derechos existentes y aprobados.
Es el caso del aborto, nuevamente, que por supuesto, si fuera un derecho, violaría plenamente el derecho a la vida, que es el más fundamental y primero de todos los derechos, sin el cual ningún otro podría simplemente existir.
Debemos defender los verdaderos derechos humanos y estar muy atentos de las maniobras de los marxistas posmodernos para torcer las leyes valiéndose de hermenéuticas tramposas, que abonan a la cultura de la muerte, y a la destrucción de la familia natural, y de la libertad religiosa. Defenderemos los pilares de la cultura de Occidente, de la cristiandad.
Fuente: panampost.com