Estados Unidos, Reino Unido y Australia pactaron la alianza AUKUS durante la Cumbre del G-7 en Carbis Bay (Cornwall) sin que el presidente francés, Emmanuel Macron, también asistente, supiera nada al respecto. Una de las mayores puñaladas diplomáticas asestadas en los últimos años que ha causado un incendio geopolítico todavía hoy no sofocado. Todo ello, mientras los dirigentes del G-7, grupo que conforman Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Canadá, instaban a Rusia a rebajar la tensión en Ucrania y a la retirada de tropas tanto de la frontera oriental de esta como de la península de Crimea.
El acuerdo trilateral entre norteamericanos, británicos y australianos suponía un movimiento estratégico de gran importancia en Asia y en la región indopacífica, lo que provocó la inmediata respuesta de China. Sin embargo, la réplica más colérica, seguramente inesperada, ha surgido del corazón europeo, de Francia. Una cólera que va mucho más allá de lo económico y que nos adentra en la incertidumbre geopolítica.
Ciertamente, el acuerdo AUKUS, que incluye la adquisición por Australia de ocho submarinos nucleares y la cancelación de la compra de doce submarinos convencionales a Francia por valor de 65.000 millones de dólares, supone una pérdida cuantiosa para Naval Group, la compañía francesa encargada de la fabricación de los submarinos para Australia; pero, ante todo, supone un durísimo golpe para Francia. Y para Europa. Y es que la denominada como ‘crisis de los submarinos’ margina todavía más a los europeos, cuyo proyecto común queda seriamente dañado entre tensiones internas, tendencias ultraderechistas y el actual mazazo geopolítico que convierte a Europa en periferia después de décadas de centralidad.
Estados Unidos prioriza China y margina Europa
Es evidente que, en estos momentos, la máxima prioridad de Estados Unidos se centra en impedir el ascenso y la expansión china, un objetivo en el que Europa carece de la importancia geopolítica, de la centralidad, que sí gozó durante la Guerra Fría con Rusia. Es por ello que los movimientos norteamericanos se dirigen hacia Asia y los océanos Índico y Pacífico. Esa es la nueva centralidad. El tablero en el que se dirimirá la supremacía mundial.
Los movimientos norteamericanos se dirigen hacia Asia y los océanos Índico y Pacífico. Esa es la nueva centralidad. El tablero en el que se dirimirá la supremacía mundial.
En este contexto debemos analizar la alianza Five Eyes entre EEUU, Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda para compartir la información de inteligencia; la salida británica de Europa, el caballo de Troya norteamericano en el Viejo Continente; la aventura europea liderada por Francia en África –en el mismo continente en el que hace sesenta años Estados Unidos terminó con la soberanía geopolítica europea, léase Crisis de Suez, 1956–; la retirada norteamericana de Oriente Próximo; el refuerzo de sus posiciones y objetivos en América Latina –la relación especial de Colombia con la OTAN–; y, por último, el desprecio a Francia y a Europa por Australia, antaño periferia.
Francia, en cólera
Por todo lo reseñado, Francia se ha enfadado con el mundo, lo que tiene mucho sentido, pues se trata del único país con verdadera vocación de liderazgo en Europa –Alemania, que posee la capacidad para ello, no quiere liderar el proyecto europeo por su reciente pasado–. No obstante, la protesta no ha sido menor: Francia retiró los embajadores de EEUU y Australia, llamó a consulta al embajador norteamericano en su país y canceló la reunión de seguridad que debía celebrar con Reino Unido.
Y no solo han sido gestos, las palabras han sido de lo más abrasivas. El ministro de Exteriores de Francia, Jean-Yves Le Drian, afirmó que el proceder de Joe Biden se parece demasiado a los tejemanejes tuiteros de Donald Trump, al menos en el contenido. Mientras, el secretario de Estado francés de Asuntos Europeos, Clément Beaune, afirmó que el enfrentamiento con EEUU y Australia es un asunto europeo, lo que corroboró sin fisuras Josep Borrell, que ha afirmado que la ‘crisis de los submarinos’ no es un asunto bilateral francés, sino que afecta al conjunto de los europeos, lo que ha supuesto un apoyo explícito a Francia. Al mismo tiempo, Borrell ha declarado que este enfrentamiento debilita y fracciona a los socios transatlánticos.
La cólera francesa no ha quedado reducida a Joe Biden, sino que se ha extendido a Reino Unido y Australia. Clément Beaune ha afirmado que los británicos son un estado vasallo de Estados Unidos que se ha retirado de la Unión Europea con la intención de crear una Gran Bretaña Global. Después de semejante misil, ha acusado a los australianos de faltar a su palabra por romper su compromiso para la adquisición de los submarinos con Francia. Británicos y australianos se han defendido de las acusaciones, pero, más allá de los detalles, no cabe duda que la OTAN anda revuelta como nunca. A la bronca.
Tras la cólera, se reprodujeron los mismos lamentos y anhelos de siempre, pues los franceses señalaron, de nuevo, que los europeos deben conseguir la autonomía estratégica, hacia la que sienten que han avanzado por la intervención en el Sahel, la ejecución del jefe del Estado Islámico en el Sahara o el refuerzo de la ciberseguridad europea. Una autonomía que, según ellos, se debe obtener sin agresividad y sin encontronazos con los aliados, aunque no parece muy probable.
De hecho, los franceses caminan de encontronazo en encontronazo: Macron canceló una reunión con el primer ministro suizo, Parmelin, después de que Suiza decidiera comprar F-35 norteamericanos en lugar de aviones franceses Rafale; las tensiones entre franceses y británicos no han dejado de aumentar –por los controles fronterizos, la migración en el Canal o el protocolo de Irlanda del Norte–; o la situación en Afganistán, tan crítica como se podía esperar, unida a la bochornosa retirada del país, han provocado que Emmanuel Macron haya llegado a afirmar que la OTAN se encuentra en muerte cerebral.
Por si fuera poco, ni Francia ni Europa son partidarios de la línea dura, ni con Rusia ni con China, aun cuando en Mali, la empresa privada rusa Wagner está cerca de conseguir un contrato para el entrenamiento de sus tropas, lo que supondría un nuevo baño de realidad geopolítica para los franceses.
Francia, como Europa, se ha enfadado con el mundo, pero el mundo ya no la escucha.
Reorganización o expansión
Más allá de la nueva realidad europea, de su marginalidad, lo más relevante de la ‘crisis de los submarinos’, de la última humillación norteamericana a Europa, se encuentra en vislumbrar si se trata de un movimiento norteamericano incluido en una operación de reordenación o de expansión. Es decir, si los norteamericanos van a abandonar Europa para centrar sus esfuerzos en la región de Asia-Pacífico o se están expandiendo con intención de mantener su bastión europeo.
Una reordenación implicaría que EEUU habría decidido que abandonar Europa y consentir su independencia le permitiría aliviar un frente y, sobre todo, generar un nuevo frente a China. Es decir, estaría agitando el tablero, actitud muy típica de aquellos jugadores que están perdiendo.
Si fuera una reordenación
Estados Unidos habría decidido reordenarse, o puede que se esté reordenando sin ni siquiera saberlo, como el jugador de ajedrez que no es capaz de prever las consecuencias de sus movimientos. Una reordenación implicaría que EEUU habría decidido que abandonar Europa y consentir su independencia le permitiría aliviar un frente y, sobre todo, generar un nuevo frente a China. Es decir, estaría agitando el tablero, actitud muy típica de aquellos jugadores que están perdiendo. Si el partido no se gana, algo hay que cambiar.
Este movimiento consistiría en incorporar a Europa al tablero geopolítico, descargar la tensión con Rusia –con un acuerdo territorial al respecto de las Repúblicas Bálticas, Bielorrusia y Ucrania– y fomentar una mayor cooperación e incluso una integración de ambas. Dos jugadores más –o uno muy poderoso– en una partida geopolítica en la que China está venciendo podría ayudar a Estados Unidos a formar una triple alianza de forma natural con la que forzar el empate o, al menos, mantener el estatus actual lo máximo posible. Por descontado, esta jugada supondría la mayor transformación de la OTAN desde la caída del Muro de Berlín en 1989… o su defunción.
Expansión
Si lo que persigue EEUU no es una reordenación, sino una expansión, la actual crisis con Francia solo habría sido una torpeza geopolítica propia de un imperio que subestima a sus vasallos –europeos–. Por ello, la pretensión norteamericana se basaría en reforzar su presencia en Asia y la región indopacífica al tiempo que se mantiene la sumisión europea y la tensión de esta con Rusia. Una maniobra sumamente complicada y quizás fuera del alcance de la capacidad actual de los norteamericanos. Demasiado bocado. De hecho, las protestas en los últimos años de Europa no han cesado: por el abandono norteamericano del acuerdo nuclear con Irán, por la bochornosa retirada de Afganistán o por el actual acuerdo AUKUS. Y en todas las protestas ha surgido la necesidad de aumentar la soberanía, la creación de un ejército común y la necesidad de tener voz geopolítica.
Así pues, de encontrarnos en un escenario de expansión, una de las soluciones –y de las señales– pasaría por expandir la alianza AUKUS a Canadá, no incluida inicialmente, y a Francia –quizás también a otros países europeos como Alemania–. Aunque sería muy complicado incluir a Nueva Zelanda, que ya ha avisado que no permitirá que los submarinos nucleares adquiridos por Australia puedan navegar por sus aguas.
El Pacífico, un gran polvorín
En cualquiera de las situaciones, países como Corea del Norte, Malasia e Indonesia han criticado, junto a China, el acuerdo AUKUS por provocar una disfunción en el equilibrio de la región, máxime teniendo en cuenta la elevada tensión existente en la región. De hecho, días antes del anuncio del acuerdo, Corea del Norte disparó dos misiles balísticos y uno de crucero de larga distancia mientras que Corea del Sur lanzó un misil desde uno de sus submarinos.
Caminamos hacia una nueva carrera armamentista que dejará muchos beneficios en los balances de numerosas empresas armamentistas mientras nos aboca a elevados niveles de tensión que en el pasado estuvieron cerca de terminar con el planeta.
Todo ello en un ambiente de tensión máxima que se refleja en el gasto militar de la mayoría de los países, desde Taiwán, que ha aumentado el presupuesto militar para incluir misiles de crucero y buques de guerra, hasta Japón, que también ha aumentado su presupuesto debido a la disputa regional con China, incluyendo la soberanía de las minúsculas –7km2– islas desiertas Senkaku –además, acaba de construir una nueva base militar en Ishigaki, una de las islas Yaeyama, en la prefectura de Okinawa, a solo trescientos kilómetros de Taiwán–.
Reorganización o expansión, carrera armamentista
Sea como fuera, nos encontremos ante un movimiento de reorganización o de expansión, caminamos hacia una nueva carrera armamentista que dejará muchos beneficios en los balances de numerosas empresas armamentistas mientras nos aboca a elevados niveles de tensión que en el pasado estuvieron cerca de terminar con el planeta. Una nueva crisis balística podría ser fatal.
DATOS: El gasto militar de Asia se dispara
En total, según el SIPRI, el Instituto para la Paz de Estocolmo, durante 2020 los países de Asia y Oceanía gastaron 528.000 millones de dólares en gasto militar, lo que supone un aumento del 2,5% y se acerca a lo gastado por Estados Unidos, 778.000 millones de dólares, que sigue triplicando lo gastado por China, unos 258.000 millones de dólares –un 76% que hace una década–. China cuenta con la mayor flota del mundo, con 360 embarcaciones, incluyendo dos portaaviones, que serán cuatro en breve, y compite con Estados Unidos por alcanzar el armamento tecnológico que permita superar a su oponente.
Por otra parte, Japón –que ha comenzado en los últimos años a participar en misiones internacionales, al reinterpretar en el año 2015 el artículo 9 de su constitución, por el cual Japón renuncia a la guerra– ha pedido hace solo unas semanas, el 31 de agosto, aumentar su presupuesto militar para modernizar sus fuerzas armadas, con lo que alcanzaría un total de 49.860 millones de dólares en 2021, un 2,6% más que el año anterior. En total, el presupuesto ha aumentado desde 2012 en un 17%.
Fuente: actualidad.rt.com