El mundo se divide entre personas con inteligencia práctica (empírica) y otras con inteligencia teórica (por supuesto que todos tenemos un poco de ambas, para los que no entienden de matices).
Los primeros se dedican a la industria, la ciencia y la técnica, y generan productos, servicios e inventos que solucionan problemas cotidianos; los segundos, a la academia, la filosofía y la política, y generan fundamentalmente ideas para mejorar el mundo.
Ambos son cruciales en el desarrollo de la humanidad, pero es curioso cuan poco reconocimiento les damos a los pragmáticos comparado con el que les damos a los intelectuales. Esto tiene que ver con nuestra propensión a las narrativas. Preferimos a las personas que nos hacen soñar con un mundo mejor, que a las personas que de facto nos mejoran el mundo.
Marxy Ford representan los dos polos de esta dicotomía. Marx era un inútil en todo lo que tuviera que ver con el mundo real; nunca trabajó, lo mantuvieron la familia y los amigos, y se dedicó a despotricar contra el capitalismo, pero nunca visitó una empresa.
Sus ideas, sin embargo, han tenido una influencia enorme. Más de 70 países en cinco continentes las pusieron en práctica con resultados similares en todos ellos violencia, pobreza y esclavitud-, pero todavía Surgen seguidores que nos explican que en realidad no se aplicaron correctamente.
Henry Ford, por el contrario, en vez de denunciar y quejarse por los problemas que veía, buscaba solucionarlos. Su método de organización industrial promovió la masificación de automóviles.
Sus contribuciones lograron que productos que 50 años antes eran un lujo de príncipes, fueran accesibles a millones de proletarios.
Mientras Marx trató de liberar al hombre de sus cadenas, Ford le puso ruedas. Mientras Marx soñaba con un hombre nuevo, Ford le mejoraba la vida al hombre común.
Lo paradojal es que Marx está lleno de seguidores y Ford es solo una marca de autos.
Esta afición por los relatos y el menosprecio de la tecnología se nota en la discusión feminista. Todas se inspiran en Simone de Beauvoir o en Frida Kahlo, pero ninguna de las ideas sobre el poder femenino son demasiado novedosas.
Ahí están las obras griegas Medea, Antígona o Lisistrata.
Quienes contribuyeron decisivamente a la liberación femenina fueron hombres de acción. Un físico como Thomas Alva Edison y un químico como Carl Djerassi.
El primero llevó energía eléctrica a todos los hogares, liberando a la mujer de miles de tareas domésticas, y el segundo inventó la píldora anticonceptiva. El control de su tiempo y de su reproducción le dio libertad a la mujer para desplegar sus talentos, pero pocos agradecimientos se escuchan para esos hombres de ciencia.
La ingratitud es internacional, pero acá le llamamos «el pago de Chile». Mire la diferencia como tratamos a la presidente de los médicos (Colmed) y al presidente de los empresarios (CPC).
La primera se ha dedicado a desfilar por los matinales hablando de la pandemia. El timonel de la CPC, mientras tanto, calladito organizó a los empresarios, juntó más de US$ 100 millones y trajo respiradores artificiales e insumos médicos. Mientras la primera hablaba, el segundo trabajaba. Resultado? Una es famosilla y al otro nadie le agradece y sabotean su empresa.
Ford decía que solo en la política se puede construir un prestigio a base de promesas.
En Recoleta, el alcalde lanzó una universidad popular, que no existe. Tiene una farmacia que estaría quebrada si no la financiaran los dineros municipales (de los sufridos contribuyentes). Compró lámparas millonarias que solo iluminan una corrupción vergonzosa.
En el mundo real sería como Rafael Garay, pero en la política tiene tribuna. Solo en política se puede gritar «basta de realidades, queremos promesas».
Quién hizo más por los pobres, Ford o Marx? Chile estuvo muchos años exclusivamente en manos de los políticos. Después, estos abrieron espacio a los técnicos y esa combinación nos entregó los mejores 40 años de nuestra historia. Hoy Chile se encuentra en la encrucijada, o se deja llevar por las promesas de matinales o vuelve a escuchar a los que construyeron su prestigio sobre obras concretas.
El electorado tiene la palabra.
Fuente: El Mercurio