Chile, el 18-O y el estallido que nunca fue

A un año del golpe de estado pasivo que regresó al país al tercer mundo.

El 18 de octubre se cumple un año del mayor suicido colectivo que ha hecho un país en los últimos años y que dividirá a los chilenos por un largo tiempo. A un año de la destrucción del metro de Santiago y de los posteriores saqueos y la extrema violencia, el mundo todavía se pregunta por qué el alumno aventajado de la región decidió hacerse tercermundista.

Se han dado varias razones: la supuesta “desigualdad” del modelo “neoliberal”, la rabia contenida por los “abusos” del sistema, la pobreza inherente de Chile, etcétera. Lo cierto es que ha quedado evidente algo concreto: lo de Chile nunca fue un “estallido social” sino que fue una revolución socialista creada por la élite progresista.

No fue estallido: fue la izquierda

La gente que salió a quemar 80 estaciones de Metro ese día, no lo hizo de forma espontánea, sino que lo hicieron con intenciones claras de desestabilizar la democracia chilena. Y los causantes de esto fueron la extrema izquierda desesperada por llegar al poder: el Frente Amplio y el Partido Comunista.

También se habló de intervención extranjera: el Grupo de Puebla (organización sustituta del Foro de Sao Paulo) y de las “brisas bolivarianas” (frase dicha por Diosdado Cabello para referirse a las protestas que sucedían en esos momentos).

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Un recuento de los sucesos muestra la magnitud de la catástrofe: además de quemar 80 estaciones de metro (20 de ellas de forma simultanea), también hubo cerca de 300 supermercados saqueados o quemados, cerca de 1200 monumentos públicos e inmuebles patrimoniales, y cerca de 30 iglesias católicas y evangélicas quemadas.

También 14 000 pymes y 75 000 puestos de trabajo fueron afectados producto del vandalismo sin control y se calcula que hasta 300 mil empleos fueron afectados en general por el falso estallido.

Lo concreto fue que la izquierda logró algo que ni en sus mejores sueños habían contemplado: derrumbar a un gobierno de centro-derecha mediante un golpe de Estado blando. La reacción de Piñera fue al principio lenta (“estamos en guerra con un enemigo poderoso” fue la frase que dijo por esos días), pero al ser abandonado por los militares a cargo del toque de queda, su gobierno quedo vulnerable.

Cuando ocurrió el 26 de octubre la infame “marcha del millón”, Piñera decide ceder ante la izquierda y entregó en bandeja de plata la institucionalidad chilena para salvarse. Ahora Chile tendrá un plebiscito que podría cambiar la Constitución y que solo favorece a los políticos, que puede llevar a Chile al tercermundismo y ser igual a sus vecinos.

La propaganda: miente, miente que algo queda

El éxito de la revolución se dio gracias dos factores: la prensa propagandista que mintió y que fue cómplice integral de la violencia y las mentiras creadas por grupos de izquierda que generaban la idea que en Chile se cometían violaciones a los Derechos Humanos.

Con respecto a lo primero, los datos y la evidencia empírica dejan a Chile como el país más próspero, más libre y seguro de Latinoamérica (un solo ejemplo: la pobreza de Chile es cercana al 10% y la pobreza extrema es menor al 2. Pero nuestros periodistas avalaron la teoría izquierdista de la desigualdad y que esa era la razón principal del descontento de la sociedad. No por algo ellos son los que crearon la idea que Chile necesitaba un nuevo “pacto social”.

También los periodistas hablaban de “protestas pacíficas con incidentes aislados” en realidad la violencia era rampante en varias ciudades de Chile y los que marchaban eran el “pueblo virtuoso” cuando en realidad era la clase alta y el lumpen los que salían a las calles. El tono propagandístico de estas palabras tenía un propósito específico: convencer a los chilenos que su propio país era el peor del mundo y que salir a las calles era la única forma de ser oídos.

Y lo segundo fue producto de esta propaganda: se inventaron noticias falsas para incentivar a la población a marchar, manipulándolas para que salieran con odio y rabia. Así se inventaron, por ejemplo, las torturas en el Metro Baquedano (descartado por la fiscalía y el INDH), 33 personas muertas por el Estado chileno (la gran mayoría murió producto de los incendios), sosa caustica en los carros lanzaaguas de Carabineros (desmentido por el colegio de Químicos de Chile) y miles de mutilados producto de la violencia policial.

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Hasta el día de hoy siguen apareciendo noticias falsas (como la que ocurrió hace algunas semanas) para seguir captando a los ingenuos y moderados para la causa de izquierda.

Por suerte, la gente es más escéptica a estas noticias debido al daño que causaron. Cantidad no menor de personas que fueron en los primeros días a las marchas se arrepintieron de haber ido porque se dieron cuenta de las mentiras.

Una revolución elitista y nihilista

Lo que queda bastante evidente que la revolución no surge del pueblo oprimido por el “neoliberalismo”, sino que proviene de la élite universitaria, artística, cultural y política. Los acontecimientos de Chile (y también de EEUU) prueban que la élite de corte progresista busca reemplazar a la élite económica, culpándola de todos los males de la sociedad.

Esta élite usualmente vive en una burbuja y no conoce la realidad del país en el que viven y por eso inventan la narrativa de una supuesta desigualdad, que solo los favorece a ellos.

A eso hay que sumarle el fenómeno de la generación perdida: Las universidades se convirtieron en nido de adoctrinamiento para jóvenes con problemas mentales de ansiedad y depresión, problemas de drogas (Chile tiene el mayor consumo de marihuana de Latinoamérica) y con falta de relaciones interpersonales. Muchas federaciones estudiantiles chilenas tienen en sus estatutos por ejemplo “aportar  en la construcción de una sociedad anticapitalista, antiimperialista y feminista”.

Eso se debe a que se enseña marxismo clásico (dicotomía opresor/oprimido), post-modernismo (todo es poder y privilegio) y Teoría Crítica (filosofía neomarxista que busca acabar con estructuras de poder) en carreras de ciencias sociales, medicina e ingeniería. Así, estos jóvenes susceptibles tienden a creer que el sistema está en contra de ellos y que hay que reemplazar todo y partir de cero.

Si se lo combina con la falta de religión, falta de sentido de pertenecía a la sociedad y falta de identidad, tienes una juventud menor de 30 años que se convierte en nihilista y post-católica. Por ejemplo, muchos niños de 14 años controlados por los narcos y pertenecientes a barras bravas de fútbol, participaron en actos violentos en contra de Carabineros de Chile.

Se los llamó “primera línea”, basándose en las tácticas black bloc del anarquismo europeo (y que fue replicado en países como Hong Kong y Colombia). Quemar iglesias, por lo tanto, tiene un sentido más profundo y es tratar de reemplazar una religión por otra: la progresista.

Conclusión: nada que celebrar

El 18 de octubre no es un día de celebración. Este es un día que se debe ser recordado como lo que es: odio, violencia desatada y polarización política extrema. Es muy probable que este día (que caerá domingo), la izquierda y sus soldados nihilistas busquen rememorar la violencia en nombre del pueblo. Por esa razón, saldrán 40 mil carabineros a resguardar el orden público.

Pero a pocos días de un plebiscito, es muy probable que a la izquierda les salga el tiro por la culata si hay cualquier indicio de violencia. ¿La razón? La violencia que generó la izquierda no la pueden controlar y esto es perjudicial para sus intereses: o gana la opción rechazo el 25 de octubre o el pequeño grupo que queda en las calles puede incluso impedir sesionar a los constituyentes.

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A pocos días del plebiscito del 25 de octubre, Chile tiene quizás el mayor deber que ha tenido un país a nivel mundial: demostrar que la las ideas de izquierda son anticuadas y que no corresponden para este siglo y demostrar que los políticos solo buscan engañar a la ciudadana con la idea que una nueva constitución será el fin de sus problemas. Si el rechazo gana ese día, el verdadero pueblo chileno habrá alzado su voz, no el que salió a destruir Chile.

Fuente: panampost.com