El socialismo va en contra de la naturaleza humana, intenta igualar por la fuerza a millones de individuos con condiciones, méritos, pensamientos y necesidades diferentes.
Para destrozar la economía de un país hace falta mucho más que incompetencia, no se trata solo de llegar y comenzar a robar sus recursos, pues hasta el robo de recursos debe hacerse de forma sistemática de manera que los distintos grupos de poder —fuerzas militares, empresarios, partidos políticos, sociedad civil— no reaccionen, o al menos no lo hagan de forma articulada ante las injusticias de un régimen opresor, cleptómano y corrupto.
Sin duda alguna si un gobierno ha sido excelso e insuperable en saquear las riquezas de una nación, ese ha sido el chavismo, no hay en la historia de la humanidad un grupo político más eficaz que el comandado por Hugo Chávez y posteriormente por Nicolás Maduro en destrozar a todo un país de forma escalonada; pero este escrito no es sobre el chavismo, es sobre la fórmula idónea para conseguir hacer lo que hizo el chavismo, pero que también han hecho tantos otros gobiernos en el mundo: empobrecer a sus habitantes para pisotearlos y mantenerlos ignorantes e indefensos ante los atropellos.
Para empobrecer a una nación lo primordial es establecer que la riqueza es mala, un pecado capital, a partir de allí se construye una serie de narrativas que degenerará en la necesidad de acabar con lo malo —la riqueza—, entonces nace el discurso revanchista, no puede haber un saqueo exitoso si antes no se ha generado en la opinión pública la idea de que se vive en una sociedad injusta dividida en oprimidos y opresores; este es el primer paso, uno que debe trabajarse durante años, hasta que incluso los que cuentan con agua, luz, comida, internet, medicinas, casa y carro propio, comience a envidiar al que tiene una casa más grande, un carro mejor, y se paga unas mejores vacaciones. Cuando al menos más de la mitad de la población adopte el resentimiento y la envidia como fenómeno arquetípico entonces se han tendido los puentes para comenzar a hablar de igualdad social, de la redistribución de la riqueza, y los “efectos nocivos” del empresariado y el capital, aquí se abre un nuevo capítulo: el enemigo.
No puede haber una revolución sin un enemigo, para concretar voluntades colectivas el “pueblo” debe sentirse amenazado o en peligro por un factor desestabilizante, en ese sentido siempre se deben invocar las guerras de todo tipo, no solo las armadas, puede ser una —guerra eléctrica, guerra económica, guerra del agua—, el estado de guerra o calamidad genera la necesidad de que no hayan dudas o reproches con respecto a las decisiones colectivistas, salvo pena de ser señalado, marginado o incluso judicializado por anteponer “intereses propios” a las “necesidades de la patria”.
En este caso, el enemigo natural del sistema de “justicia social” es el empresario, pues este representa todo lo que el socialismo aborrece: éxito, meritocracia, trabajo duro, emprendimiento, decisiones individuales, generación de riqueza. El empresario y todo grupo político e intelectual que promueva el individualismo y las libertades por encima del “bien colectivo” es un enemigo de la “patria”; habiéndose determinado que la riqueza es mala, alguien que persigue la excelsitud para generar riqueza no puede ser alguien bueno, eso convierte al empresario en el mal por antonomasia, y a partir de allí se empieza a deformar su naturaleza humana. Mediante la deshumanización se va abriendo paso al ataque, a la división social, a la segregación, al odio ideológico, esto permitirá que más adelante a estas personas —empresarios, intelectuales, ciudadanos que promuevan el individualismo— se les puede tachar de enemigos pues ya han sido deshumanizados, y alguien que no es humano no tiene derechos, ergo, puede ser apresado, linchado o asesinado sin ningún juicio.
Para que todo lo anterior tenga un éxito incuestionable también debe procurar recalcar a las personas que son víctimas, repetirlo constantemente, todas las veces que sea necesario. Cuando una persona se cree una víctima se desarrollan diferentes reacciones naturales en sus pensamientos: 1. Tiene derecho a ser resarcido. 2. Tiene derecho a quitarle a otros para obtener lo “suyo”. 3. No puede valerse por sí mismo y necesita que el Estado cuide de él.
Los tres puntos anteriores generarán de forma irrefutable una mentalidad colectivista, todo socialista se siente inferior, por ende rechaza la meritocracia, y cree que el Estado debe intervenir en todos los ámbitos de la vida para controlar que quienes sean mejores que él en cualquier ámbito no aprovechen sus destrezas y más bien les equiparen; para esto es fundamental enraizar la envidia, y en vista que equiparar a los hombres hacia arriba es imposible, se hace hacia abajo, destruyendo la inventiva de quien quiere salir adelante para que no sobresalga y “lastime” a los demás.
A partir de allí es muy importante empezar a ofrecer todo gratis: servicios públicos, comida, medicinas, educación, pues, ¿quién podría ser tan cruel para oponerse a que todas las personas tengan de todo, cierto? Esto dará la excusa necesaria para comenzar a intervenir las economías y robar los activos privados a los ciudadanos, dígale a la gente que usted le quitará al “empresario A”, a quien lleva años deshumanizando y ha convertido en un cerdo salvaje, para darle a los pobres e indefensos “humanos B”, a quien lleva años victimizando y convirtiendo en resentidos sociales; esta técnica además de permitirle destrozar los patrimonios de las personas pudientes e independientes, mientras crea todo un ejército de personas sin poder de racionalización completamente dependientes del Estado, que aprenderán que no deben trabajar, sino ser “fieles” al partido para sobrevivir.
Cuando todo esto se haya producido ya es posible centralizar absolutamente todo el poder en el Estado, de esta manera serán los políticos quienes manejen la salud, el comercio, la educación, el deporte, el entretenimiento, la familia y absolutamente todo ámbito de la vida privada, de esta forma se hace más sencillo cumplir los objetivos a largo plazo: robarse el dinero de todos los ciudadanos mientras se consolida cada vez un Estado más fuerte e indestructible.
Cuando el Estado se haya apropiado de todas las fuentes de producción de riqueza el ciudadano quedará completamente indefenso, pues el hombre necesita comer, pero si es el Estado quien le da la comida, ya no puede rebelarse, finalmente la dependencia es la que evita ir en contra del sistema de miserias, porque ir en contra del sistema es ir en contra de tu propia alimentación y la de los tuyos.
Una vez hayas hecho todo esto ya habrás puesto de rodillas a todo un país, podrás continuar robando sin miedo a la justicia pues la justicia ya te pertenece, no habrá nadie en la capacidad de combatirte y todos deberán rendirte tributo como si fueras un rey.
¡Felicidades, a estas alturas ya habrás asesinado a millones de hambre, destruido a miles de familias y tendrás el control absoluto del país y sus riquezas, eres un socialista exitoso!
Fuente: es.panampost.com