La modalidad virtual que los colegios andinos implementaron ante el confinamiento obligatorio excluía a los alumnos de comunidades periféricas, que no cuentan con los mismos recursos tecnológicos.
En marzo, la situación dentro del colegio estatal chileno ‘Dream House’, en la comuna de Carahue, era preocupante. La pandemia había puesto fin a las clases presenciales en el país andino y la modalidad virtual era la única opción recomendada desde el Gobierno para continuar con el programa curricular. Sin embargo, solamente cuatro alumnos, de los 101 estudiantes que tiene el colegio, disponían de conexión a internet o dispositivos adecuados para recibir videos educativos. El resto pertenecía a comunidades mapuches y rurales en condiciones de vulnerabilidad social alarmantes que quedaban excluidos de un derecho básico: el de la enseñanza.
Una de las primeras alternativas de la escuela para que los estudiantes continúen con sus clases fue llevarles personalmente guías de estudio hasta sus casas. El objetivo era que las trabajasen con ayuda de su familia, pero dada la baja escolaridad de muchos integrantes en la comuna, sumado a la dificultad de aprendizaje de cada niño, las guías no se completaban correctamente. «La frustración que ellos sentían al no poder realizar las tareas era grande. Eso habilitaba a escenarios de deserción escolar importantes, algo que no nos podíamos permitir en un contexto tan hostil», asegura a RT la directora del establecimiento, Marisol Araneda.
Otras de las posibilidades que se barajó fue que los maestros ingresaran a las casas y diesen su clase allí mismo, pero la medida era «invasiva» para las familias y en muchos hogares no podían aplicarse medidas seguras de prevención sanitaria ante la propagación del coronavirus. Las carencias sociales se ponían cada vez más en manifiesto, mientras que en otros establecimientos del país las enseñanzas virtuales ya eran parte de una realidad cotidiana.
Fue en ese contexto que los directivos de la escuela decidieron poner en marcha en el mes de mayo un proyecto que acortara las brechas de una desigualdad educativa que se ha profundizado durante el confinamiento obligatorio. Así es como nació ‘aula móvil’, una idea que busca llevar el salón de clase de manera presencial y segura hasta la puerta de la casa de cada alumno. «Veíamos que los dentistas utilizaban furgonetas como consultorios móviles para atender a la población. ¿Por qué no podíamos hacer lo mismo para asistir a nuestros alumnos?», explica Araneda.
El instituto contaba con dos vehículos amplios y convencionales que, tras un consenso entre los maestros, adaptó por completo y los convirtió en aulas rodantes. Se desmanteló la parte trasera para colocar una mesa y sillas con dos metros de distancia; los asientos del conductor y acompañante cuentan una fibra de separación para evitar contacto; todo su revestimiento interno se reemplazó por un material permeable para sanitizar adecuadamente y se colocó una pizarra, junto otros elementos didácticos.
Si bien en Carahue se han reportado nada más que tres casos, se elaboró un protocolo estricto para el uso de las furgonetas: a cada alumno que sube se le toma la temperatura y se le coloca elementos básicos de protección como mascarilla y cubre calzados. La desinfección de manos, además, es obligatoria antes y luego de terminar la clase. Es en ese espacio que los profesores viajan hasta la casa de cada niño y lo asisten de forma individual, trabajando en diferentes contenidos curriculares a través de computadoras portátiles. Según los datos de la escuela, logran visitar un total de ocho estudiantes por día.
Osmin Flores, jefe de la Unidad Técnico Pedagógica de ‘Dream House’, explica que esta iniciativa viene a «romper los paradigmas de la educación». «La mayoría de las políticas escolares del Estado son siempre en términos generales. No toman en cuenta los diferentes territorios en donde se encuentran los colegios. Nosotros queremos visibilizar la realidad rural y cómo en una población históricamente vulnerable, la escuela va hacia el alumno y no al revés«, detalla el pedagogo. Respecto a esto último, Osmin agrega que la respuesta de los niños ha sido favorable: «Evitamos que mucho abandonaran los estudios y disfrutan mucho más las clases al ser individuales».
La escuela en movimiento
Otro de los aspectos que los maestros resaltan del proyecto es el acompañamiento afectivo que hacen con los estudiantes cada vez que los visitan. Sus hogares suelen estar en comunidades indígenas alejadas, y de difícil acceso, lo que hace que el aislamiento sea total y que ese mismo escenario pueda producir un efecto negativo sobre ellos. «Era imprescindible hacer un diagnóstico emocional de los niños al suspenderse las clases», asegura Karen Pedreros, subdirectora y psicóloga de la institución.
«El impacto de la pandemia ha sido con altos niveles de estrés y perdidas de rutinas familiares. Los padres, por otro lado, no cuentan con las herramientas adecuadas para contener a sus hijos en una situación como esta», puntualiza la especialista. En ese sentido, la escuela dispuso una serie de equipos de convivencia escolar con visitas domiciliarias a las distintas familias. Su objetivo es lograr un efecto positivo desde lo psicológico. «Para que un niño aprenda debe estar bien emocionalmente», destaca Pedreros. «La familia nos ve como su red de apoyo. Hacemos un seguimiento de las necesidades y trabajamos desde el afecto. Eso nos moviliza», admite.
La directora Marisol Araneda también resalta el lado emocional que tiene la iniciativa de la escuela: «La llegada de las furgonetas a la casa de los niños los pone muy felices», señala. Y agrega: «Cuando suben a su nueva aula, completan la guía de estudio de una manera eficiente. Si este proyecto no existiera, los niños quedarían a la deriva». La modalidad del colegio ha sido celebrada por el Ministerio de Educación andino y será replicada por otras comunas rurales. El reconocimiento por parte del Gobierno comandado por Sebastián Piñera no es menor teniendo en cuenta los estallidos sociales que ocurrieron en el país sudamericano en octubre del 2019. Las protestas por la expansión de derechos en las clases más desfavorecidas llevaron a que el Ejecutivo convocará a un histórico plebiscito para reformar la Constitución Nacional que tendrá lugar, en principio, a mediados de octubre.
Por otro lado, la propagación del coronavirus en Chile continúa en crecimiento. En el día de ayer, las autoridades reportaron 3.133 casos nuevos, elevando la cifra total en el país a 306.216. Además, se confirmaron 109 nuevos fallecidos en las últimas 24 horas, aumentando el número de víctimas a 6.682 personas.
Fuente: infobae.com