Tiene 84 años y vive en Arcos de la Frontera, donde dedica nueve horas al día para fabricar protectores contra el coronavirus
Niña en la dura posguerra civil y madre de siete hijos en tiempos de mucha crudeza, su gesto solidario ha dado la vuelta al mundo
Su hijo Domingo bromea con ella: «Le digo ‘mamá, a ver si me va a llamar Amancio Ortega diciendo que le hacemos competencia desleal'»
Desde que el pasado viernes puso en funcionamiento su máquina de coser, la única preocupación de Margarita Gil es quedarse sin tela. No quiere ni pensar que se le acabe el material con el que fabrica unas 50 mascarillas al día. «Mientras tenga fuerzas, que no me falte tela», le dice a su hijo Domingo. Con dos manos siempre dispuestas a colaborar, podría ser un ejemplo más de solidaridad en la lucha contra el coronavirus. Por sus connotaciones, no obstante, ya se ha convertido en una heroína.
Margarita tiene 84 años y vive en Arcos de la Frontera (Cádiz). Fue una niña de la posguerra civil española que se vio obligada a dejar el colegio muy pronto para irse a trabajar. Junto a su marido, Antonio González, sacó adelante a siete hijos en tiempos de muchas necesidades. Cuidó cada día, durante diez años, de su madre enferma. Y nunca desfalleció preparando la comida del bar de su esposo y cosiendo… su pasión y su vida.
Ahora, como todos, vive confinada con su hija Isabel. Tras tantas noticias negativas y, sobre todo, ante la necesidad de ayuda de los profesionales sanitarios, esta jerezana de nacimiento no dudó en ponerse manos a la obra. «Vi en la tele que médicos y enfermeras, y tantos colectivos, están sin mascarillas, y yo aquí con tiempo libre, sabiendo coser… Me arremoliné y dije a por ella voy. Y así empecé, porque a la sociedad le hacía falta», dice a NIUS.
«La agenda de mi abuela está muy ocupada, sus nietos tenemos que coger cita para hablar con ella», bromea Arancha
A nadie en su familia, como nos cuenta su nieta Arancha, le sorprendió que Margarita empezara a hacer mascarillas. Se ha impuesto una rutina que arranca sobre las 10 de la mañana, con descansos sólo para almorzar y merendar. En total, unas nueve horas al día y una producción de unas 50 mascarillas, que provoca la broma de Domingo: «Yo me meto con ella y le digo: mamá, a ver si me va a llamar Amancio Ortega diciendo que le estamos haciendo competencia desleal«.PUBLICIDAD
Esta hermosa historia protagonizada por Margarita nació con un post del propio Domingo en su cuenta de Facebook, siguió con un reportaje de El Mundo y ya ha alcanzado lugares tan lejanos como Francia, Argentina, Chile, México, Guatemala o Perú. «La agenda de mi abuela está muy ocupada, la está llamando todo el mundo y sus nietos tenemos que coger cita para hablar con ella», relata, entre risas, Arancha.
Margarita hace una mascarilla con su máquina de coserNIUSDIARIO.ES
Las redes sociales han posibilitado que haya traspasado tantas fronteras quien siempre fue a la vanguardia, quien siempre quiso superarse. Tras fallecer su marido, hace unos 15 años, fue la primera mujer en hacer de Rey Mago en la cabalgata de Arcos; la primera presidenta del centro de adultos; representó obras de teatro tan exigentes como Cinco horas como Mario (Miguel Delibes); y se sacó la Educación Secundaria Obligatoria (ESO).
«Mi casa sonaba a máquina de coser, la costura siempre ha sido el sustento fundamental y principal de mi casa», dice su hijo Domingo
Por su puesto, nunca abandonó la aguja, gracias a la que ha hecho innumerables ropas de niño para empresas de la envergadura de El Corte Inglés. Gracias a ella también vistió a su marido y a sus hijos. «Toda nuestra ropa de adolescentes era de mi madre, le ha hecho los trajes de novia a casi todas mis primas, los trajes de chaqueta de mi padre eran todos de ella«. La casa de Margarita y Antonio, nos recuerda su hijo Domingo, «sonaba a máquina de coser, ya fuera la de pedal, la eléctrica u otra. En mi casa la costura siempre ha sido el sustento fundamental y principal».
Ahora, gracias a esa misma máquina de coser, se ha puesto al servicio de los sanitarios y de todos los que le piden ayuda. Las primeras 50 mascarillas fueron para sus hijos y familiares, y para gente de su barriada que la necesitaba. «A partir de ahí se corrió la voz y le llamaron las niñas del supermercado a donde va a comprar o compañeros míos de trabajo. Ahora está haciendo mascarillas para la Guadia Civil y la Cruz Roja«, señala Domingo. «Pero lo que más ilusión le ha hecho», prosigue, «es que se pusieran en contacto con nosotros las monjas de la Caridad, a las que ayer se le entregaron 30 mascarillas a través de la Policía Local».
En principio, no tiene pinta de que Margarita se vaya a quedar sin tela, por mucho que las que tenía en casa ya escasean. Básicamente, porque han sido innumerables los ofrecimientos de personas que ponen a disposición de ella todo el material que le haga falta. «No paran ni eso ni las muestras de agradecimiento por la solidaridad de mi madre. Por ejemplo, la han llamado Teodoro García Egea (PP) o Toni Cantó (Ciudadanos)«, añade Domingo.
«No hay que aburrirse, entre todos vamos a conseguir que este virus se vaya de una vez», es el mensaje de Margarita
«De lo que se alegra la familia», señala su hijo a NIUS, «es de que además de todo lo bueno que hace, ella se siente ocupada, se siente útil, se siente viva con 84 años». «A mí no me sorprende lo que está haciendo. Mi abuela siempre ha estado a disposición de todo el mundo, no hacía falta pedirle nada cuando ya te lo está dando», expone una emocionada Arancha.
Margarita, desde la humildad, se muestra «satisfecha porque estoy poniendo un granito de arena contra este dichoso virus«. Para acabar, lanza un mensaje de esperanza: «A todo el mundo le digo que tenga ánimo, no hay que aburrirse. Entre todos vamos a conseguir que este virus se vaya de una vez».