CIUDAD DE GUATEMALA — Durante días han viajado hacia el norte desde sus hogares en Honduras; a pie, en autobuses y con aventones en camionetas y buses. Llevan solo lo esencial en pequeñas bolsas y mochilas.
Para cuando la caravana de migrantes ingresó a territorio guatemalteco, camino a Estados Unidos, ya se había sumado más gente a la movilización y se conformaron grupos pequeños. El 17 de octubre, algunos se quedaron a dormir en Guatemala; había varias familias y mujeres embarazadas entre los grupos.
La caravana —que algunas fuentes calculan que tiene cuatro mil personas— ha desatado las críticas furiosas de Donald Trump, en Twitter; el presidente estadounidense inclusó amenazó con tomar acciones militares en la frontera suroeste de Estados Unidos, si el gobierno mexicano no detenía al grupo.
Quienes forman parte de la caravana decidieron emprender la travesía por varias razones. Algunos dicen que huyen de las pandillas que amenazan a sus barrios y por eso buscan refugio, bien sea en México o en Estados Unidos. Otros están en busca de trabajo y de estabilidad para sus familias.
La noche del miércoles, cuando varios se detuvieron temporalmente en sitios como un albergue para migrantes de la capital de Guatemala, en el piso de un colegio o en la calle, les preguntamos qué los llevó a iniciar el viaje hacia el norte y qué habían dejado atrás.
‘No vamos porque queremos cosas lujosas’
Fanny Rodríguez, 21 años, de Santa Bárbara, Honduras
Fanny Rodríguez con su esposo, Edil Moscoso, y sus dos hijas, Daily Edith y Yarice Daniele Volpe para The New York Times
“Estamos viajando para darles un mejor futuro a mis hijas”, dijo Fanny Rodríguez, quien estaba con su marido, Edil Moscoso, de 26 años. Sus hijas se llaman Daily Edith, de 2 años, y Yarice, de 9 meses. “No vamos porque queremos cosas lujosas”.
“No tengo por qué darles lujos, solo lo necesario: que no les falte comida, que tengan ropa. Cosas así”. En el camino, la familia fue acogida por los guatemaltecos que les donaron alimentos y pañales. “No nos podemos quejar”, dijo Rodríguez.
‘Me pidió recordarla y a los niños’
Melvin Gómez, 26 años, de San Pedro Sula, Honduras
Melvin Gómez Daniele Volpe para The New York Times
Gómez planeaba emigrar en diciembre, pero se enteró de la caravana por la televisión y decidió que era el mejor momento para irse.
Llamó a su esposa y a sus dos hijos, que estaban con familiares en La Ceiba, para despedirse. “Me pidió recordarla y a los niños”, dijo. “Espero que todo salga bien”.
‘No hay trabajo ni dinero’
Éver Escalante, 27 años, de La Ceiba, Honduras
Éver Escalante y Saraí Nájera con sus hijos Joseph, Hasley e Ithan Daniele Volpe para The New York Times
La familia de cinco tenía dos maletas para todos, estaban llenas de ropa y no llevaban objetos sentimentales.
“No había nada importante”, dijo Escalante.
Él y su familia —Saraí Nájera, su esposa, y los tres hijos de ambos— se mudaron hace un año de San Pedro Sula a La Ceiba después de recibir amenazas de pandillas. Sin embargo, no han logrado costear la vida diaria y vieron en la caravana una buena oportunidad para probar suerte en Estados Undos.
“En vez de salir adelante es como que nos fuimos hacia atrás”, dijo Escalante. “No hay trabajo ni dinero. Eso es lo que nos manda fuera del país”.
‘No sé si están atrás de mí o delante de mí’
Lindell Marroquín, 33 años, de La Ceiba, Honduras
Lindell Marroquín con sus dos hijas, Dariana y Sofía Daniele Volpe para The New York Times
Lindell Marroquín es madre soltera y tiene cinco hijas. Empezó la travesía con tres de sus hijas y su hermano; ahora solo dos niñas la acompañan.
La familia quedó separada en el caos del camino. Marroquín dijo que, en un momento, su hermano estaba con una de sus hijas y ella estaba con las otras dos, Dariana, de 5 años, y Sofía, de 1 año.
“No sé si están atrás de mí o delante de mí”, dijo Marroquín.
‘A ver si podemos pedir unos prostéticos’
Nery Maldonado, 29 años, de San Pedro Sula, Honduras
Nery Maldonado, a la izquierda, con Omar Orellana Daniele Volpe para The New York Times
Nery Maldonado salió solo, camino a Estados Unidos, antes de detenerse temporalmente en el pueblo guatemalteco de Esquipulas. Cuando la caravana pasó por ahí, se sumó.
Maldonado, quien no tiene piernas y usa una silla de ruedas, se hizo amigo de Omar Orellana, de 38 años, con quien ahora viaja.
Maldonado ya intentó ir hacia el norte en el pasado. En ese primer intento, en 2015, perdió las piernas mientras viajaba en un tren de carga en México, como le contó a The Associated Press.
“Decidimos venir por la situación económica”, dijo Maldonado. “Queremos ir a Estados Unidos, a ver si podemos pedir unos prostéticos”.
‘No hay cómo vivir en Honduras’
Jénnifer Paola López, 16 años, de Yoro, Honduras
Jennifer Paola López con su novio y amistades Daniele Volpe para The New York Times
Jénnifer Paola López es una trabajadora del campo y viaja con unas amigas de su vecindario. Ya habían hablado sobre viajar a Estados Unidos, pero no tenían dinero para pagar el costo de la travesía o a los coyotes.
Un vecino les contó de la caravana; por lo que López y sus amigas decidieron unirse. Aunque dejó atrás a su familia, ella sabe que es la esperanza de todos para tener una mejor vida.
“No hay trabajo ni nada. No hay cómo vivir en Honduras. No hay dinero”, dijo. “No hay ayuda del gobierno. No hay nada”.
La información es de: NYtimes.com