La reciente disputa comercial entre Pekín y Washington es solo una faceta de las tensas relaciones entre ambos poderes mundiales.
Ya se han disparado las primeras balas en una disputa que podría llegar a convertirse en una verdadera guerra comercial entre las dos mayores economías nacionales del mundo. Pekín reaccionó a la imposición por parte de Washington de aranceles punitivos por valor de miles de millones con la amenaza de obstáculos similares, apuntando además que no se amedrantaría ante una eventual guerra comercial.
Sin embargo, ambas economías están profundamente vinculadas entre sí. El comercio con Estados Unidos le proporciona a China un gigantesco superávit comercial. En 2016, con un volumen de intercambio de 700 miles de millones de dólares, dicho superávit comercial fue de casi 400 millones. Una parte importante de este dinero, por otro lado, permite a China comprar deuda pública estadounidense, contribuyendo así a financiar el presupuesto del país norteamericano.
Esta disputa supondría para ambos bandos tirarse piedras en su propio tejado, en opinión de Thomas Eder, experto del MERICS, un centro de investigación sobre China con sede en Berlín. «Imponer aranceles a productos agrarios estadounidenses como la soja, el sorgo o la carne de cerdo generaría inflación en China, es decir, mayores costes para los consumidores chinos».
Las relaciones bilaterales más importantes del mundo
El ambiente está que arde entre EE.UU., la superpotencia establecida, y la cada vez más poderosa China, que no solo crece en términos económicos, militares y políticos, sino que se vuelve más consciente de ello. En este contexto, hay quien recuerda, refiriéndose a las relaciones entre ambos actores, las lecciones del antiguo estratega e historiador griego Tucídides, quien hace 2.500 años dijo sobre las entonces rivales Atenas y Esparta: «Cuando un nuevo poder amenaza con sustituir a un poder establecido, la guerra es inevitable». Pese a ello, prevalece la esperanza de que Pekín y Washington puedan evitar la llamada trampa de Tucídides.
Pero la rivalidad es enorme. El último informe de seguridad nacional publicado por el Gobierno estadounidense habla de una «vuelta de la competencia entre las grandes potencias». Este mismo documento expone el motivo de los aranceles punitivos: el robo en masa de la propiedad intelectual de EE.UU. Pero las preocupaciones son mucho más básicas, pues ya en la segunda página del informe se dice lo siguiente: «China y Rusia desafían el poder, la influencia y los intereses de EE.UU. Están intentando erosionar la seguridad y el bienestar del país».
La lucha entre sistemas
El presidente chino, Xi Jinping, anunció en la decimonovena conferencia del Partido Comunista Chino el pasado otoño su ambición de haber convertido a China para 2050 en la primera potencia mundial socialista moderna. «Política, cultural, étnica, social y ecológicamente». Xi animó igualmente a que otros Estados siguieran el «modelo chino». La competición entre sistemas, con el orden liberal democrático en un lado y el capitalismo de Estado chino en el otro, está a toda marcha. Todo ello en un momento en el que el presidente de EE.UU., Donald Trump, se retrotrae al menos parcialmente de la política internacional. La ventaja de la simpatía hacia Washington frente a Pekín se ha reducido en los últimos tiempos. En muchos países clave de Medio Oriente, América Latina e incluso Europa, China es claramente más popular que EE.UU., según un estudio del centro de investigación social PEW de agosto de 2017.
«China está en lo más alto de su poder en tiempos modernos», dice Michael Kovrig, de Crisis Group, en una entrevista con DW. «Y el resto del mundo todavía no es consciente de esto». La ampliación de las fuerzas armadas chinas y la salida a escena del país en la región generan intranquilidad, especialmente entre sus vecinos. De acuerdo con el exdiplomático Kovrig, China no quiere destruir el sistema internacional, pero sí dejar una huella más profunda. Y también quiere ampliar su esfera de influencia en el noreste asiático.
Kovrig ofrece un panorama futuro: «Primero será con el cada vez mayor peso de la economía chino, pero luego a través de medios militares y geopolíticos. Y aquí podría entrar en conflicto con las estructuras de seguridad de Estados Unidos». Además, con el nombramiento de John Bolton como Consejero de Seguridad Nacional del presidente estadounidense, el riesgo de un conflicto como tal aumenta. Entre otras cosas, Bolton es conocido por haber sugerido un ataque preventivo contra Corea del Norte.
Ruta de la Seda, dirección dominio
El poder gravitacional chino en términos económicos se revelará a partir de la «Iniciativa de la Ruta de la Seda», también conocida como del Cinturón, o como Nueva Ruta de la Seda (One-Belt-One-Road, en inglés). Las gigantescas inversiones en infraestructuras en áreas cercanas a China y otras de localización estratégica deberían allanar el camino para un todavía mayor intercambio económico. Para Kovrig, se trata de un instrumento que China emplea para consolidar su dominio sobre la región.
Son varios los riesgos que afectan a las relaciones actuales entre Washington y Pekín. En definitiva, resume Kovrig, «todo depende de cómo se comporten los diferentes actores y de cómo reaccionen mutuamente».
Autor: Matthias von Hein (EAL/VT)
La información es de: DW