En un significativo mensaje desde su residencia de verano en Castel Gandolfo, el Papa León XIV ha enfatizado que el camino hacia la vida eterna no radica en intentar engañar a la muerte, sino en el servicio a los demás durante nuestra existencia terrenal.
«Para vivir eternamente, no necesitamos engañar a la muerte, sino servir a la vida, cuidando a los demás en este tiempo que compartimos», expresó el Pontífice durante su alocución dominical del Ángelus. «Esta es la ley suprema que precede a todas las reglas de la sociedad y les da su significado», agregó con firmeza.
Las palabras del Santo Padre coincidieron con la beatificación del mártir Lycarion May, un religioso del Instituto de los Hermanos Maristas de las Escuelas, cuya vida ejemplifica precisamente esta entrega al servicio de los demás hasta las últimas consecuencias. El hermano May, quien se desempeñaba como profesor religioso en España, fue víctima de la violencia anticlerical durante la Semana Trágica de 1909, cuando fue traicionado por un rival político y asesinado en plena calle debido a su condición de religioso.
«En Barcelona, fue beatificado Lycarion May, un fraile del Instituto de los Hermanos Maristas de las Escuelas, quien fue asesinado en 1909 por odio a la fe», recordó el Papa. «En circunstancias hostiles, vivió su misión educativa y pastoral con dedicación y valentía. Que el testimonio heroico de este mártir sea una inspiración para todos nosotros, especialmente para aquellos que trabajan en la educación de los jóvenes».
La ceremonia de beatificación fue un momento de profunda alegría para la comunidad marista. El Hermano Gabriel Villa-Real, Provincial del Hermitage y del Distrito de Europa Centro-Oeste, destacó:
«La beatificación del Hermano Lycarion es mucho más que un reconocimiento litúrgico. Es la proclamación de una vida simple y dedicada, vivida con humildad, cercanía y amor incondicional por los niños y jóvenes más vulnerables. También es un signo de esperanza para todos aquellos que creen en la educación como camino de transformación social y espiritual».
El mensaje papal sobre el servicio a la vida como camino hacia la eternidad cobra especial relevancia en un mundo donde frecuentemente se buscan atajos o soluciones tecnológicas para evadir la realidad de nuestra condición mortal. El Papa León XIV ha subrayado que la verdadera trascendencia se encuentra en el amor y el servicio a los demás, no en intentar burlar la muerte.
Para concluir su mensaje, el Pontífice dirigió la atención de los fieles hacia Jesucristo como modelo supremo de amor incondicional:
«¡Hermanos y hermanas, miremos a Jesús! Él nos muestra el significado del amor auténtico por Dios y por los demás. Es un amor generoso, no posesivo; un amor que perdona sin cuestionamientos; un amor que se extiende y nunca abandona a los demás».
Este mensaje papal resuena con particular fuerza en una época donde el individualismo y la búsqueda de soluciones personales a menudo eclipsan el llamado al servicio comunitario y la entrega a los demás. Jesús mismo nos recuerda que “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15, 13).
Así mismo, la ley suprema de la Iglesia es la salvación de las almas (Canon 1752). Todo el Código de Derecho Canónico está ordenado a ese fin. En esto consiste “servir a la vida”, a la Vida Eterna, la Vida plena de Dios en la de los hombres. Por eso, los católicos no podemos prescindir de los auxilios que la Iglesia pone a nuestro alcance para el bien temporal y eterno, propio o ajeno.
Fuente: razonmasfe.com