Sexo, mentiras y sentido común

Sexo, mentiras y sentido común

La sentencia del Tribunal Supremo británico supone acabar con la deliberada confusión entre sexo biológico y género.

La reciente sentencia del Tribunal Supremo británico que establece que los términos mujer y hombre se refieren al sexo biológico ha sido celebrada por unos como un triunfo del feminismo y denostada por otros como un ataque a los derechos trans. No es ni lo uno ni lo otro: la sentencia, simplemente, supone devolver el sentido común al concepto de sexo.

La cuestión que tenía que resolver es si la Ley de Igualdad británica que establece medidas contra la discriminación por razón de sexo, orientación sexual o identidad de género-, cuando se refiere a «mujer» u «hombre», lo hace en el sentido del sexo biológico o del sexo legal. Hay que tener en cuenta que la Ley de Reconocimiento de Género, establece que quien haya obtenido el certificado de cambio de género se considerará del sexo elegido salvo que una norma establezca lo contrario.

La conclusión del tribunal es que la Ley de Igualdad se refiere al sexo biológico. La razón es que las medidas de la ley son incoherentes e inaplicables («unworkable«) si se utiliza el criterio del sexo legal. Un ejemplo serían los servicios prestados solo a mujeres (salas de maternidad, refugios para víctimas de violencia de género, etc..). El tribunal considera que la admisión de mujeres trans puede atentar contra la intimidad, la dignidad y la seguridad en estos espacios. Además señala que si se obliga a admitir a mujeres trans (hombres biológicos), el único criterio sería la autoidentificación, pues el certificado de género es confidencial, lo que impediría excluir a cualquier hombre que solicitara la entrada. A partir de este y otros muchos supuestos previstos en la Ley, concluye que su aplicación sólo es posible si «mujer» y «hombre» se entienden en sentido biológico.

Aunque dice que su conclusión se refiere solo a esa Ley y que no pretende definir lo que es una mujer, sus argumentos revelan la mentira y confusión de la teoría de la autoidentificación de género/sexo.

Primera mentira: no existe el «cambio de sexo». En efecto, se puede cambiar el género, pero la realidad es que solo las mujeres (biológicas) pueden quedar embarazadas o dar a luz. Por ello, dice la sentencia, atender al sexo biológico es la única forma de proteger a la persona (se identifique como mujer u hombre): ni se debe negar a un hombre trans(mujer biológica) las prestaciones por embarazo, ni una mujer trans (hombre legal) puede pedir una prueba de cáncer de útero.

«La autodeterminación de sexo tiene como consecuencia la anulación de hecho de toda protección de la mujer»

La deliberada confusión de sexo y género que implica la autodeterminación de sexo tiene como consecuencia la anulación de hecho de toda regulación o servicio de protección de la mujer. Si el sexo es autodeterminado, ninguna autoridad u organización puede evitar la intrusión de hombres biológicos en los ámbitos de protección de las mujeres. Dice literalmente la sentencia que «la incertidumbre y la ambigüedad sobre las circunstancias en las que es legítimo tratar a las mujeres y niñas (biológicas) como grupo que hay que proteger, tienen como consecuencia que muchas organizaciones se sienten ahora inhibidas para hacerlo”» Tampoco serán efectivas las medidas de discriminación positiva (participación en Consejos de Administración, etc…).

La tercera mentira es que esta ideología protege a los vulnerables. La verdad es que las perjudicadas por su aplicación son las mujeres y en particular las vulnerables: las lesbianas, las que se encuentran en la cárcel o en espacios seguros, y también las menores con disforia de género que puede ser transitoria. El tribunal resalta además que hacer prevalecer el sexo biológico no deja sin protección a las personas trans, que como tales están específicamente protegidas por esa Ley de Igualdad.

La vuelta al sentido común en Inglaterra en esta materia tiene antecedentes en el tratamiento de los menores con disforia de género. Tras el informe Cass, que reveló que el 30% de los atendidos tenían trastornos del espectro autista y casi el 100% cuadros de ansiedad o depresión, se ha sustituido la terapia «afirmativa» -que dirigía a los menores a la hormonación y mutilación- por el acompañamiento y la atención psicológica integral.

Mientras tanto, en España, el Gobierno ha impugnado ante el Tribunal Constitucional una Ley autonómica por seguir ese nuevo sistema de espera atenta (adoptado también por Suecia, Noruega, Francia, Dinamarca y Finlandia). Mientras tanto, en España, la Ley Trans reconoce de manera mucho más laxa que la británica el principio de autodeterminación de sexo: cualquiera puede, sin más requisitos que rellenar un impreso, cambiar de sexo en 15 días, lo cual permite un fraude que el propio Bolaños admite que es indetectable. Parece que de sexo y mentiras andamos bien, de sentido común no tanto.
Fuente: theobjetive.com